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Desapariciones y denuncias, la constante |
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Interminable hallazgo de narcofosas |
Por enésima ocasión, el
Presidente Enrique Peña Nieto
insistió –a través del secretario de Gobernación– en convencer al segmento de
la población mexicana que relativamente lee diarios o ve y escucha noticieros
de medios electrónicos, que en el país hay «seguridad» y que la ciudadanía
«puede salir a las calles con plena confianza y hacer su actividad normal»…
En tardía respuesta al legislador estadounidense Jason Chaffetz, presidente del Comité de Supervisión de la Cámara
de Representantes, quien la semana pasada aseguró en su colaboración en el
diario Herald de Utah que México es
el lugar «más violento, brutal y sin ley que existe en este momento en el
mundo», Miguel Osorio Chong por
enésima ocasión volvió a insistir en que el gobierno mexicano a través de las
fuerzas armadas ha «neutralizado» a los delincuentes más peligrosos y
«desarticulado» los grupos delictivos… Como si en el actual gabinete de igual
forma continúan siendo muy comunes y frecuentes los síntomas de delirium
tremens –que pareciera fueron la tónica en el sexenio de Felipe Calderón–, por aquello de las alucinaciones derivadas de
la confusión y desorientación que produce el poder supremo, y la pretensión
de los beneficiarios por justificar su disfrute pleno con demostraciones de supuesta
aptitud y pericia, el responsable de la política interior aseguró que la
presencia de las fuerzas armadas en diversas zonas del país en donde la
violencia registraba niveles «muy altos», en la actualidad «se ha recobrado
la tranquilidad que merecen los mexicanos»… El pasado 24 de junio nos
referimos aquí a lo escrito por Chaffetz
y advertimos que lo más probable era que ese día la Cancillería mexicana
respondiera a sus severos –pero certeros y acertados– señalamientos, dada la
hipersensible actitud defensiva del Presidente Peña Nieto, por aquello de que en su gobierno estuvieron
empeñados desde el principio en ignorar el grave problema de la guerra del
narco, hasta que el tema les fue estallando en plena cara, al grado de no
poder ocultarlo más tiempo ante los grupos de poder político y económico
internacionales, sobre todo a partir de la situación en entidades como
Michoacán y Guerrero… La fragmentación de los cárteles del narcotráfico a
partir de que en 2006 el presidente Calderón
dio inicio con su guerra sin más
estrategia que la de al chilazo, o
igual que la del Borras, complicó
aún más los escenarios de violencia en el país, porque con la captura de
capos –mediante una o más horas de balaceras y después publicitadas en los
medios, como fue el estilo en el calderonismo,
o sin disparar un solo tiro, como alardean en el peñanietismo–ha servido de muy poco, debido a que muchos de los
mandos medios de las organizaciones criminales desertan y se van a formar
nuevas células delincuenciales, cuyo giro no será precisamente el del tráfico
de droga hacia el vecino del Norte, sino como microempresa de mediano alcance
se dedican a la extorsión y el secuestro… Es así como en la actualidad ya
prácticamente no hay población del tamaño que se guste, cuyos habitantes, así
como la autoridad local y su correspondiente policía, que no esté bajo el
control de alguna organización criminal; de ahí que resulte una fanfarronada
las declaraciones del secretario de Gobernación, eso de que en el país hay
seguridad y la gente puede caminar por las calles confiadamente y realizar su
actividad normal… Para empezar, las endebles policías locales en gran parte
de las poblaciones en entidades como Sonora, Chihuahua, Coahuila, Durango,
Nuevo León y Tamaulipas, sin ignorar las de Jalisco, Michoacán, Guerrero,
Veracruz o Tabasco, por mencionar sólo algunas, han sido cooptadas por esas
células criminales y las han vuelto sus aliadas cuando no es que trabajan
para ellos, ante lo cual los ciudadanos deben guardar silencio debido a que
como en los organismos impartidores de justicia se hacen –como gobernadores y
ediles– los disimulados (porque estén de común acuerdo con los delincuentes o
de estos reciban su mochada), denunciar la connivencia entre unos y otros es
tanto como firmar su sentencia de muerte… Y como efectivamente nadie se
atreve a decir lo contrario, esto es, que no se puede caminar con
tranquilidad por las calles ante el riesgo de ser extorsionado o secuestrado por
la organización criminal que mantiene el control de la plaza, Osorio Chong echa las campanas a
vuelo por Peña Nieto con
trastocada visión triunfalista, y alardea de una supuesta efectividad de las
fuerzas armadas que en la realidad de millones de compatriotas no se ha visto
por ningún lado… Porque lo que sí es
posible ver es que las fuerzas armadas no pueden atacar al presunto
adversario si no hay orden superior de por medio. Esto es, que no han sido
pocos los casos que ciudadanos han atestiguado cuando un convoy de fuerzas
federales al circular por una carretera, se ha topado con el de integrantes
de la organización criminal preponderante en la entidad donde operan, que
viene en sentido contrario, y se han cruzado sin ni siquiera voltearse a ver
sólo porque los primeros al consultar con su superior si procedían contra los
delincuentes la instrucción que recibieron fue la de seguirse de frente… Entonces, como que pareciera que se trata de
un combate simulado por momentos, independientemente de que las policías
municipales y muchas autoridades locales están aliadas con el crimen
organizado, y en algunas poblaciones los ediles son familiares de sicarios, y
todo se mueve de un pasmoso bajo perfil a fin de no llamar la atención de
nadie, de ahí que estos escenarios quieran ser aprovechados por el secretario
de Gobernación para insistir en que en el país no pasa nada, mientras Peña Nieto sigue justificando la
corrupción de su gobierno al argüir que es un asunto de índole cultural, por
lo que ahora trastrocó en patético domador
de la condición humana, aun cuando no puede someter la suya propia y no dice
cuál es la fórmula para obtener millonarias propiedades de la empresa
constructora Higa… Mientras tanto, insistimos en la recomendación hecha al
Presidente y al titular de la Segob para que si en realidad quieren ver la
realidad que viven millones de compatriotas en sus comunidades, se decidan
aceptar disfrazarse de paisanos, de gente común y corriente, y vayan
–obviamente sin ningún escolta– a recorrer alguna de esas poblaciones en las
cuales Osorio Chong jura y perjura
que ya se puede caminar tranquilamente… Sobre todo en la región de La Laguna,
por cierto, que es una donde el secretario de gobernación tanto presume de
que ahí las aguas volvieron a su nivel… Al tiempo.
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