miércoles, 27 de junio de 2018

El sismo del 19 de septiembre «fracturó» el ADN de los mexicanos

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Cuando vuelve a sonar la alarma o hay simulacros las personas reaccionan ya con un ataque de angustia con sintomatología muy severa, que las deja inactivas por el resto del día. Presentan signos físicos importantes y malestares como problemas del sueño, afectivos, de retención; incluso muchos ameritan estar bajo tratamiento, explicó un especialista que investiga el trastorno por estrés postraumático en personas tras del sismo del 19 de septiembre.
El 19 de septiembre de 2017, un alumno del Instituto Nacional de Medicina Genómica (Inmegen) presentaba su examen de grado, para registrar el evento uno de los asistentes prendió su grabadora, nadie esperaba que el aparato registrara también los sonidos del sismo de magnitud 7.1 que inició a las 13 horas de ese martes y que provocó la muerte de más de 360 personas en el país y el colapso de más de 40 edificios en la Ciudad de México.
La grabadora fue el imperturbable testigo de gritos, vidrios rotos, fracturas y crujidos, en un edificio que sufrió las consecuencias del movimiento de la tierra, y si se pone ese audio a una persona que sufre estrés postraumático a causa del sismo, inmediatamente se podrá ver en su semblante cómo aparecen las reacciones físicas por evocar el evento traumático y es probable que el individuo no pueda terminar de escuchar la grabación.
A decir del doctor Humberto Nicolini Sánchez, investigador del Inmegen, «todas las personas que estábamos en la Ciudad de México sufrimos las consecuencias físicas y emocionales del lamentable evento, pero no todas las personas desarrollamos estrés postraumático», lo cual se explica porque no todos experimentaron el evento de la misma forma, algunos vivieron de cerca algún colapso o incluso estuvieron atrapados entre los escombros, y otros solo sintieron un leve movimiento.
«Existe una correlación entre la severidad del evento que uno vive y una mayor frecuencia de estrés postraumático. Pero hay personas que estuvieron cerca del desastre y simplemente por estar inmersos en las noticias y en las historias posteriores desarrollaron estrés postraumático. Por otro lado, hay personas que estuvieron donde hubo calamidades y no lo desarrollaron», indicó.
Esto dice a los científicos que el ambiente no es el único factor implicado en el desarrollo del estrés postraumático y que podría haber un factor genético o epigenético involucrado.
Existen evidencias científicas que sugieren que vivir un evento traumático podría ocasionar que la información genética de una persona se lea de manera distinta y esto altere algunas vías hormonales, propiciando que sufra síntomas más severos que el resto de la población.
Para aportar a esta hipótesis, Humberto Nicolini dio inicio con un proyecto en el Laboratorio Genómica de Enfermedades Psiquiátricas y Neurodegenerativas del Inmegen, para analizar las diferencias en el epigenoma entre personas que desarrollaron estrés postraumático por el sismo del pasado 19 de septiembre y personas que no lo desarrollaron.
Estrés fuera de lo común
El temor y las reacciones fisiológicas que preparan el cuerpo para la «lucha o la huida» son reacciones normales ante una amenaza, pero el trastorno por estrés postraumático es diferente a la ansiedad o a los procesos adaptativos que la mayoría sufre cuando se siente amenazado. Los síntomas del estrés postraumático pueden ser tan severos que perjudican la vida de un individuo y además no desaparecen con el tiempo, explicó Nicolini.
El diagnóstico del estrés postraumático debe hacerse por un especialista que tome en cuenta si la persona revive mentalmente el evento traumático —reaccionando incluso con palpitaciones y sudoración—, si sufre pesadillas o pensamientos aterradores, si no puede acercarse a los lugares o personas que le recuerden el evento, si se sobresalta fácilmente o si sufre remordimiento, ira, culpa u otras alteraciones en el estado de ánimo. Estos síntomas pueden presentarse inmediatamente después del evento traumático, pero también pueden surgir hasta seis meses después.
«Hoy día vuelven a realizarse pláticas sobre el sismo, vuelve a sonar la alarma o hay simulacros y estas personas reaccionan ya con un ataque de angustia con sintomatología muy severa, que las deja inactivas por el resto del día. Presentan signos físicos importantes y malestares como problemas del sueño, afectivos, de retención; incluso muchos ameritan estar bajo tratamiento. Esos son los casos que estamos documentando con entrevistas y evaluaciones», refirió.
Nicolini y un equipo de científicos trabajan con personas que recibieron el diagnóstico de estrés postraumático en el Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz, en el Hospital Psiquiátrico Infantil Juan N. Navarro y en otros institutos de salud, los entrevistan y les toman muestras de sangre y de saliva para realizar el análisis epigenético.
El trastorno por estrés postraumático puede surgir por exposición a una guerra; abuso
infantil, sexual y físico; violación, accidentes graves y desastres naturales
Metilo y la hormona del estrés
Los genes de las personas no cambian por la exposición a un evento traumático, pero existen proteínas que mediante una reacción química pueden añadir una molécula denominada metilo (CH3-) en ciertas partes del material genético. En cierta medida, esta molécula «tapa» los genes e impide que la maquinaria celular se una a ellos y los lea correctamente. Este proceso llamado metilación es un proceso epigenético, es decir, está regulado por el ambiente, y aunque no cambie lo que está escrito en los genes, sí puede inhibir su actividad.
Varios estudios apuntan a que el perfil de metilación o la cantidad de moléculas metilo en el ADN es diferente en personas que sufren estrés postraumático y en las que no lo sufren. Estas diferencias en la metilación parecen concentrarse en los genes de receptores a cortisol, una molécula a la que se le conoce como la hormona del estrés.
El cortisol es una hormona que se produce en las glándulas suprarrenales —justo encima de los riñones— gracias a las señales que manda el sistema nervioso central a un eje llamado hipotálamo-hipófisis-suprarrenal. Una de las razones por las que se libera esta hormona es por situaciones de estrés. Al liberarse, ocasiona el aumento del azúcar en la sangre, ayuda al metabolismo de proteínas, grasas y carbohidratos y suprime el sistema inmunológico.
El cortisol es necesario para un correcto sistema del organismo humano, pero cuando se sufren situaciones continuas de estrés, su liberación se eleva o se altera y puede causar problemas fisiológicos. Estos problemas podrían estar abonando a la sintomatología del estrés postraumático.
Muestras imposibles de conseguir
Existe toda una discusión acerca de si es correcto o no medir los cambios epigenéticos en las muestras de sangre de las personas con estrés postraumático, comentó Nicolini. Esto porque los cambios epigenéticos pueden ocurrir solo en los tejidos del cuerpo que se vean involucrados en la situación ambiental que los desencadena.
«Lo ideal para estudiar algo que ocurre a nivel cerebral sería tomar muestras del tejido cerebral, pero evidentemente eso no es factible. Aun así, como muchas de las vías que sabemos que están alteradas en el estrés postraumático tienen que ver con la respuesta del eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal, que controla el cortisol, y que a su vez se vincula a muchos procesos inmunes, es probable que sí podamos ver los cambios en sangre periférica», expresó.
El investigador espera que los cambios epigenéticos en el tejido cerebral se reflejen en los patrones de liberación del cortisol y alteren la metilación de las células inmunológicas. Los resultados de este estudio, que calcula se tendrán en un año más, podrán explicar algunas de las consecuencias de un evento que marcó no solo hasta los huesos, sino hasta el ADN, a una gran cantidad de mexicanos.
Fuente: Conacyt

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