lunes, 1 de octubre de 2018

La «fuerza mortal» que anunció Amieva ya se aplica desdendenantes



La Columna de Zaratustra |
Mientras concluye la gestión de Miguel Mancera en la jefatura de gobierno, los ciudadanos deberán tomar las providencias del caso porque cualquier jefazo de sector en Tláhuac ya tiene autorización para ver delincuentes por todas partes y disparar su arma como lo hicieron en contra del albañil al que acribillaron la madrugada del 29 de agosto y después le sembraron un arma larga.

Collins y Amieva, los brutos de la fuerza en la capital...
La semana pasada el jefe de Gobierno, José Ramón Amieva, hizo unas declaraciones que además de helar la sangre a quienes deben circular por la ciudad de noche o madrugada, parecieron avalar el artero crimen del albañil Guadalupe Gutiérrez, de 22 años, cometido por policías del sector Mixquic en el pueblo de Tlaltenco de la entonces delegación Tláhuac la madrugada del miércoles 29 de agosto, cuando viajaba con otras cuatro personas en un taxi y a quien, tras de privarlo de la vida, al parecer le fue sembrada una subametralladora no sin antes tildarlo –junto con sus acompañantes– de delincuente, como para justificar aquel abuso de autoridad.
Necesitado tal vez de resonancia mediática porque el período de su interinato se acerca a su fin, Amieva aseguro ante el titular de la Secretaría de Seguridad Pública capitalina, Raymundo Collins –quien presuntamente persuade a un elemento policiaco con el que tiene comunicación por radio esa madrugada y que lo pone al tanto de lo sucedido, para que encuentre a como dé lugar un arma larga que según alguien dijo que los dizque delincuentes traían, grabación que aquí presentamos– que los policías van a poder hacer uso de la «fuerza mortal» para repeler agresiones de los malhechores.
De acuerdo con la «verdad histórica» de la oficina de comunicación social de Collins acerca de la lamentable muerte del joven al que hicieron pasar por delincuente para ocultar el abuso de autoridad, los policías del sector Mixquic dispararon contra el taxi aquella madrugada debido a que solamente «respondieron la agresión» de los albañiles que viajaban en dicho vehículo, y quienes el único delito que habían cometido fue el de haber cargado gasolina en una estación de servicio ubicada más atrás y haberse ido sin pagar, situación que al ser conocida por policías del sector Zapotitla dio lugar a la persecución de los individuos del taxi y posterior puesta en ejecución de una especie de práctica de tiro al blanco por parte de quienes ya del sector Mixquic los esperaban parapetados a la altura de la Colonia Zacatenco, en Tlaltenco.
Entonces, no conforme con que por lo visto ya la policía de la Ciudad de México tiene tiempo de trabajar la «fuerza mortal», y de aplicarla principalmente contra jóvenes –donde la lista de casos por cierto ya es considerable–, Amieva pareciera haber solapado la estulticia del jefe de la policía, quien por cierto ha salido bueno para placearse en ruedas de prensa y ponerse a hablar como merolico, en obvia necesidad de reconocimiento público a su gestión de mandamás de dicha Secretaría, debido a que mantiene la esperanza de que la jefa de Gobierno electa, Claudia Sheinbaum, lo ratifique en el cargo.
Lo cierto es que nunca como ahora la corrupción mantiene infectada hasta el tuétano a la corporación policiaca en la Ciudad de México, con gobernantes omisos y jefes simuladores –no olvidar que Miguel Mancera solapó el estercolero de los mandos policiacos, según testimonios de policías–, por lo que a los jefazos lo único que pareciera importarles es encubrir la inmundicia que descuella en los sectores, como por ejemplo en Tláhuac, donde no fueron pocos los elementos que estuvieron al servicio de un cártel apenas el año pasado, debido a que a últimas fechas se ponen a largar discursos con florituras y mentiras con tal de salir del paso y asegurar su futuro político.
Así que esa «fuerza mortal» a la que se refirió Amieva hace unos días, la policía de la Ciudad de México ya la está aplicando desde hace tiempo y contra todo aquel ciudadano que al entender de los jefazos de sectores, les parezca que además de ser trasnochador –por necesidad de trabajo o de vicio y diversión– sea un delincuente al que le deben disparar.
El caso es que la madrugada del 29 de agosto en Tláhuac fue acribillado por quienes se supone deben brindar seguridad a la población, un infeliz muchacho que viajaba en el asiento del copiloto de un taxi, y al que según evidencias de una grabación, el propio secretario de Seguridad habría presionado a un subalterno para que encontrara, a como diera lugar, un arma larga, la cual habría sido colocada posteriormente en las manos de quien cuyo cuerpo inerte yacía prácticamente de cabeza con la mitad afuera del vehículo.
Del caso jamás se volvió a hablar en dicha Secretaría, y de los familiares tanto del albañil muerto como de los otros cuatro que viajaban en la unidad de transporte público no se ha sabido nada, incluso las empresas comunicacionales optaron por ignorar el cobarde crimen de quien fue tachado de delincuente para con ello contribuir a darle carpetazo al asunto y pasar a la balandronada de Amieva acerca de que la policía va a hacer uso de la «fuerza mortal» contra todo aquel que parezca delincuente.
Por fortuna, a todos estos que llegaron a la administración capitalina como parte del gabinete del incompetente Mancera, ya sólo les quedan unos días en el cargo. Pero mientras su período concluye, no está por demás tomar las providencias necesarias a fin de no exponerse en la calle a que por culpa de un mequetrefe de jefazo de sector a alguien lo vayan a confundir con delincuente y acabe siendo víctima de la «fuerza mortal» de los muchachos de Raymundo Collins… Al tiempo.

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