De acuerdo con un
estudio realizado por la investigadora Arcelia Ruiz Vázquez, entre los grupos
criminales que operan en México existen cuatro perfiles predominantes de
sicarios: el marginal, el antisocial, el psicopático y el sádico.
El primero, el marginal,
agrupa a los sicarios que usualmente tienen un origen en ambientes rurales de
extrema pobreza y buscan en el crimen organizado una opción económica ante
sus carencias personales; es el que acepta, en un principio, realizar labores
simples como participar en el cultivo, recolección y transporte de drogas.
Incursionan en otras
actividades de mayor rango como cuidadores de casas de seguridad o
acompañantes en extorsiones y ejecuciones, hasta desensibilizarlos y
entrenarlos lo suficiente para sus primeras ejecuciones.
En cuanto a rasgos de
personalidad, Ruiz Vázquez explicó que durante su infancia y adolescencia
este perfil de sicario no presenta actividades disruptivas ni rasgos
antisociales –como lo serían los comportamientos desafiantes o la comisión de
delitos– y su motivación criminal es el crecimiento económico para saldar sus
carencias, para posteriormente manifestar una necesidad de aceptación y
reconocimiento social.
Como parte de su
investigación doctoral en psicología, la investigadora elaboró el perfil psicosocial
del sicario mexicano a través de entrevistas a reclusos del Centro de Readaptación
Social de Acapulco, Guerrero, así como mediante la aplicación de pruebas
psicométricas a sentenciados por homicidio y delincuencia organizada.
Tras de conocer de
primera mano el pasado y los orígenes de los sicarios, pudo agruparlos por
sus características psicosociales y determinar que los agrupados en la
segunda clasificación, el perfil antisocial, se caracterizan por tener un
origen en ambientes delictivos de las zonas conurbanas de las ciudades, donde
el pandillerismo y la comisión de delitos son una constante que incluso llega
a ser aceptada y alentada por la sociedad.
«Este perfil –dijo– se
distingue por tener una familia disfuncional donde hay comisión de delitos,
violencia, consumo de drogas o abusos en la niñez. Este tipo de sicario
incursiona en la vida criminal a muy temprana edad, uniéndose a pandillas y
cometiendo delitos de bajo rango, como robos o menudeo de drogas».
En este caso, la
invitación a incursionar en actividades delictivas proviene del entorno
familiar o social, por lo que comienza con labores criminales simples, pero
si demuestra habilidad en la comisión de estas tareas y una personalidad
acorde a la actividad sicarial con rasgos como agresividad o temeridad, poco
a poco adquirirá mayores responsabilidades en tareas que impliquen actos
violentos, como asesinatos.
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La investigadora Arcelia Ruiz Vázquez |
A decir de la doctora
Ruiz Vázquez, este perfil sí presenta conductas antisociales desde la infancia
y adolescencia, las cuales se manifiestan con expulsiones de la escuela,
riñas, problemas con la autoridad o comisiones de delitos de menor gravedad.
Sin embargo, cuando se
llega a la adultez se consolida el llamado trastorno antisocial de la
personalidad, haciéndose presente la comisión de delitos mayores e
intensificándose los rasgos de intolerancia a la frustración, impulsividad,
hedonismo, temeridad y la búsqueda de satisfactores inmediatos.
«En estos sicarios hay
ausencia de remordimiento cuando se mata al rival o al traidor; sin embargo,
puede existir remordimiento cuando asesina a personas ajenas al contexto
criminal, como niños o mujeres». indicó.
No obstante, con el paso
del tiempo estos sicarios suelen desensibilizarse y habituarse a la
violencia, lo que los lleva a buscar crecientes niveles de violencia para
practicar en sus ejecuciones.
La especialista destacó
que el sicario antisocial es el más común en los centros penitenciarios,
debido a que características en su ser, como la impulsividad, ostentación y
bravuconería, suelen comprometer las actividades de los grupos criminales,
por lo que pueden ser asesinados o delatados a las autoridades para que los
encarcelen.
Una minoría peligrosa
Los dos primeros
perfiles, marginal y antisocial, tienen su origen en una necesidad económica
y de reconocimiento social, precisó la investigadora, por lo que subrayó que
ambos casos ocupan cerca del 85 por ciento de la población sicarial que
entrevistó, mientras que el resto, 15 por ciento, corresponde a los perfiles
psicopático y sádico, minorías que considera aún más peligrosas para la
sociedad.
En contraste con los
primeros dos perfiles, donde la motivación económica, la falta de
oportunidades de trabajo y la falta de crecimiento social son una constante,
en el caso del sicario psicopático su origen no es forzosamente en zonas de
marginación sociocultural.
Sin embargo, considera
que sí son una constante los rasgos de frialdad emocional, ausencia total de
remordimientos, crueldad y falta de empatía que, aunado a sus desarrolladas
habilidades cognitivas y capacidad de liderazgo, lo convierten en un sicario
líder de células criminales y de alto riesgo.
«El perfil psicopático
asciende vertiginosamente entre los grupos criminales porque tiene capacidad
de liderazgo, manipulación y encanto superficial. Además, posee habilidades
cognitivas que favorecen la planeación de sus ejecuciones de forma
estratégica», precisó.
Ruiz Vázquez señaló que
el conjunto de estas características hacen a este perfil sicarial una persona
peligrosa, e incluso llega a calificarlo como «sicario depredador». Su
motivación primaria es el poder adquisitivo, pues ve esta actividad como una
fuente más de ingresos.
«El sicario psicopático –apuntó–
no busca una aceptación social ostentando bienes, como el caso del sicario
marginal y el antisocial, sino el poder adquisitivo y el poder que esta
profesión le confiere».
El estudio es completado
con el sicario sádico, un perfil que comparte las características del perfil
psicopático, pero con la distinción de que su motivación criminal se basa en
la necesidad de ejecutar el asesinato con inminentes rasgos de sadismo, por
lo que buscará producir el mayor sufrimiento posible a sus víctimas.
Este perfil se
caracteriza por disfrutar el proceso de ejecución y eventualmente buscará
mejorar sus técnicas de tortura para ampliar el dolor de la víctima con el
fin de obtener mayor satisfacción; incluso puede realizar videograbaciones
durante esos episodios para posteriormente recrearse con ellas.
Aunque la motivación
primaria del sicario sádico es de índole psicológica, las ganancias
económicas que recibe refuerzan su actividad sicarial.
El papel de los factores culturales
La psicóloga asegura que
luego de la investigación observó que además de los factores psicológicos,
también existen otras variantes que pueden ser detonantes para ver el
sicariato como modelo de vida a seguir, por ejemplo, asegura que la cultura actual
enaltece esta figura, lo que fomenta que esta actividad criminal sea vista
con normalidad y admiración.
«En la investigación se
concluye que en la génesis del sicariato convergen factores tanto
psicológicos como socioculturales. Existen varios rasgos de personalidad que
pueden favorecer la comisión del acto sicarial; sin embargo, el factor
sociocultural va a representar un factor de riesgo o protección en el
desarrollo de la conducta sicarial», puntualizó.
Otros de los factores de
riesgo en los perfiles sicariales marginal y antisocial son los factores
ambientales como la disfunción familiar, pobreza, fracaso escolar o auge de
la narcocultura, ya que predispone a que jóvenes de clases menos
privilegiadas opten por participar en actividades delictivas para alcanzar,
aunque sea por un breve periodo, satisfacción con bienes materiales o
reconocimiento social que no se adquiere en la legalidad.
Para evitar este fin, la
doctora Ruiz Vázquez trabaja ya en la creación de un programa de prevención
de actividades delictivas, mediante un modelo de intervención con el que se
buscará que la población infantil y juvenil sea más crítica en cuanto a su
entorno y conozcan otras opciones de crecimiento social que no incluyan
involucrarse en el crimen organizado.
Esfuerzos no deben centrarse
en el asistencialismo
Consideró que, en primer
lugar, sería complicado cambiar el entorno socioeconómico de las poblaciones
marginadas, por lo que los esfuerzos no deben centrarse en el
asistencialismo, sino en métodos de prevención para entrenar integralmente a
los jóvenes en el desarrollo de habilidades emocionales, afectivas y
cognitivas que les permitan enfrentar factores de riesgo en su núcleo social
y ser agentes de cambio en su entorno social.
La investigación surgió
como parte de su trabajo en el doctorado interinstitucional en psicología, un
posgrado en el que participan la Universidad de Guadalajara, la Universidad
de Guanajuato, la Universidad de Colima, la Universidad Autónoma de
Aguascalientes y la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
Además de las
entrevistas, Ruiz Vázquez consultó a expertos en psicología criminal de
Aguascalientes, Baja California, Chihuahua, Guerrero, Michoacán y Nayarit a
fin de conocer sus experiencias en el diagnóstico y tratamiento de población
sicarial que haya confesado sus crímenes, esto con la finalidad de enriquecer
los datos obtenidos con los instrumentos psicométricos y así elaborar el
perfil del sicario en México.
Fuente: Conacyt
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