Por Sergio Rojas | Cuidado con los relegados y
resentidos, pero sobre todo con los charlatanes milusos que en la campaña de un candidato en Tláhuac terminaron
por meterse en ella con calzador para mantener vigentes sus ambiciones y codicias.
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«¡Ganaste mi líder, eres lo máximo!», debió decirle el «argentino» al alcalde electo de Milpa Alta |
El pasado período de
campañas en Tláhuac evidenció la aparición de logreros, oportunistas,
mercachifles y farsantes en al menos el conjunto de participantes en la
promoción del voto de un candidato que, por no ser usufructuario de cargos
del leviatán partidista, careció de la estructura de un partido político de luengo colmillo retorcido para poder realizar la
investigación, organización, comunicación y correspondiente movilización de simpatizantes y
desarrollo de una campaña en forma.
Independientemente de
que el candidato al que nos referimos tiene un liderazgo natural (no ficticio ni inventado en Facebook), quien por sí solo logró sumar considerable
número de sufragios el pasado uno de julio, llama la atención que desde mucho antes
–desde el 2008 cuando el personaje en cuestión ha patrocinado de su bolsa una agrupación social– de que en marzo de 2018 un partido le ofreciera una candidatura para la pasada contienda electoral, un
grupo de relegados de toda opción para ser figuras políticas de sus comunidades,
llámense estas San Pedro Tláhuac, Zapotitlán, Ixtayopan o Mixquic, estuviese atribuyéndose el mérito de su «descubrimiento» político y su posterior posicionamiento en el
ánimo de la sociedad tlahuense.
Sin embargo, como una
campaña requiere de la organización que maximizara las posibilidades de éxito
y la racionalización de los recursos disponibles, nuestro personaje ya como
candidato definió su equipo de colaboradores del llamado primer círculo, y fue entonces cuando aquellos relegados y
caducos presuntos descubridores del poseedor de potencial liderazgo se inconformó por no haber sido incluidos en la
empresa que estaba por venir. Pero sobre todo, para no ser excluidos de la
posibilidad de agenciarse una chambita en la alcaldía en caso de que el personaje ganara la elección.
Si a eso se agrega que
otro oportunista parlanchín y charlatán de apellido Castillejos y mote de «El argentino» (por sencillito y carismático), que se ganó a pulso entre quienes
tuvieron el infortunio de sufrirlo en la casa de campaña, acabó metiéndose a
ésta y en el ánimo del candidato haciéndose pasar por influyente operador del
Panal –el partido político que por cierto ya perdió su registro–, profesor –con
desconocimiento del lenguaje castellano–, gestor de becas patito para educandos de secundaria y
manejador de imagen política, así como seudo especialista en la operación de redes sociales, las
condiciones para que se produjera una campaña Montessori (por aquello de que
cada quien hacía lo que se le pegaba su gana) caracterizaron la empresa que,
sin embargo, como ya anotamos, llegó a buen término, pero gracias a la
calidad humana y trayectoria del candidato.
El colmo fue que el milusos de la campaña Montessori del
candidato de Tláhuac, concluida la jornada electoral del primero de julio,
rápidamente saltó a las redes sociales para colgarse del triunfo, pero no del
candidato al que decía apoyar hasta con su vida y haberle invertido de su presunta bolsa miles y miles de pesos, sino del
candidato que en Milpa Alta había ganado la contienda por la alcaldía, lo que
evidenció aquello del oportunismo y la especulación.
Allá el milpaltense Octavio
Rivero Villaseñor si decide continuar siendo embaucado por la verborrea
servil y lisonjera de un charlatán de oficio, quien en Tláhuac cayó en
blandito porque hasta se hizo pasar por gestor de doctorados de la Unesco, en
una campaña donde los resentidos que se sintieron desplazados por quien según
ellos habían descubierto (incluido
uno que pretendía cobrar 30 mil pesos mensuales por coordinar la campaña),
terminaron por comprarle en su bunker (como
llamaba aquel a su dizque centro de operaciones) de Tecómitl sus cuentas de
vidrio y demás espejitos.
Lo curioso es que aun
cuando ya quedó demostrado el liderazgo de quien fungió como candidato por
ganar sus votos sin tener que pagar un solo peso por ellos, todavía anden los
irritados y molestos –por no haber sido incluidos de primera mano a
participar en la campaña– atribuyéndose el mérito de que gracias a su presunto
trabajo en el desarrollo de la operación política el personaje en cuestión obtuvo
tal cantidad de votos, por cierto, jamás obtenidos en Tláhuac (ni en ninguna otra delegación capitalina) por el partido que lo
postuló. Y sobre todo, cuando en sus pueblos la elección el candidato por el que presuntamente habían promocionado entre sus capitales políticos la perdió.
Pero fuera de odaliscas
y eunucos de la grilla politiqueril,
habrá que anticipar los distintos escenarios que podrían venir para Tláhuac,
porque lo único que no podrá permitirse a sus habitantes bien nacidos y distantes del clientelismo partidista es el quedarse cruzados de brazos y no hacer nada por impedir que la demarcación se siga desmoronando. Y mucho menos, en nuestro caso, quedarse con la boca
cerrada y no seguir evidenciando la avidez de comediantes del vodevil político.
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