Tuvo razón Claudia Sheinbaum cuando ayer martes arremetió
contra la administración de Miguel Ángel Mancera en el gobierno capitalino,
porque fue un período en el que los capitalinos vivimos «pura corruptela».
Aquí en este espacio lo anotamos casi a diario durante seis años. El sexenio
más gris y anodino de un gobernante en la Ciudad de México fue el del
mediocre Mancera. Hasta parece que había llegado «hambreado» al antiguo
Palacio del Ayuntamiento frente al Zócalo.
Cómo olvidar a los trogloditas de las grúas que cual viles atracadores
con licencia literalmente se «robaban» los vehículos estacionados en lugares
permitidos.
Incluso aquí en Tláhuac era preferible dejar el automóvil en
casa porque uno ya no sabía dónde se le iban a aparecer los infelices individuos.
En cierta ocasión un «gruero» pretendió enganchar un vehículo propiedad
de la Revista Nosotros y que,
como era habitual y sin molestar a nadie ni obstruir ninguna entrada, se
encontraba debidamente estacionado afuera de nuestras oficinas sobre Avenida
Tláhuac.
Jamás imaginó el sandio salteador de vialidades primarias, secundarias
y hasta de callejones si se les daba la gana, que los propios vecinos, también a cargo de establecimientos comerciales y de servicios, hartos
de la codicia mancerista, rodearan la grúa para impedir que se llevara el
vehículo ya enganchado.
En las más de dos horas en que duró el estira y afloja, porque el «gruero»
estaba terco en no bajar la unidad, ya para entonces con media avenida bloqueada por la
cantidad de vecinos y gente solidaria que se había sumado, y un helicóptero de la Policía capitalina
sobrevolando la zona –para intimidar, porque ya sabe usted cómo se las gastan
estos policías–, los ciudadanos terminaron por enfurecer y se dispusieron a
bajar de la grúa al forajido con licencia, cuando entonces, quien fungía como
director de seguridad pública en Tláhuac –Vicente Jiménez, de San Juan Ixtayopan–,
convenció al empleado de la empresa privada de que no tenía caso que se expusiera
ante la multitud enfurecida.
Fue así como el empleado, en un acto de reflexión y por instinto de
supervivencia, no tuvo más opción que bajar el vehículo, desengancharlo y
retirarse en medio de la rechifla ensordecedora de la gente que le tributó
sus correspondientes mentadas de madre.
Esa vez fue la única que vimos perder un vehículo a los del negocio
mancerista de las grúas.
Pero tanto llegó a ser el rechazo de la gente contra las torpes
acciones de gobierno del susodicho –de quien dicen es el dueño de la cadena
de comida Bisquets Manco de Celaya o algo por el estilo–, que en dicha
ocasión pudimos medir el nivel de rechazo que Mancera tenía entre la ciudadanía.
No cabe duda que doña Claudia le atinó esta vez.
Se trató de un gobernante que estaba empecinado en negar que en la
Ciudad de México operaba el crimen organizado, cuando en Tláhuac Felipe de
Jesús Pérez Luna, el «Ojos», instalaba su Cártel de Tláhuac con todas las facilidades que nadie
hubiese imaginado.
Tan grande fue la percepción
ciudadana de la corrupción mancerista que acabó consolidándose cuando en la Marina Armada debieron esperar a que Mancera, ebrio de poder, un día se fuera a Parral, al
norte de la República, a regalar unas patrullas al municipio chihuahuense porque
según él tenía posibilidades de ser candidato presidencial, para entonces sí poder
llevar a cabo el operativo de captura en Tláhuac del líder del cártel.
Porque en una primera
ocasión, cuando en la Marina Armada quisieron detenerlo, cometieron el error de
notificarle a Mancera que iban a venir por el «Ojos» y alguien de la policía capitalina le dio el
pitazo y se les escapó. Por eso cuando llegaron a Tláhuac don Felipe ya se encontraba muy lejos y a buen
resguardo.
Pero lo que dijo ayer doña Claudia Sheinbaum es cierto, sólo porque la
gente se opuso a la privatización de la Avenida Chapultepec fue que se le
frustró otro gran negociazo al entonces gobernante.
Ahora que con lo del llamado «cártel inmobiliario»
de la Ciudad de México, al que también se refirió la candidata
presidencial, debido a que fue en la gestión de Mancera donde presuntamente
nació y se consolidó, no estaría por demás que le echara un vistazo al que
surgió en la Alcaldía Milpa Alta durante la gestión de Judith Vanegas Tapia
como alcaldesa.
Porque guardada toda proporción, el de Milpa Alta también va que
vuela para «cártel inmobiliario» porque camina y grazna como pato, tras
de que son construidos condominios de cuatro niveles cuando la norma sólo autoriza
dos y, para colmo, los construyen en Suelo de Conservación.
Pero tiene que ser doña Claudia la que se encargue de supervisar el
asunto, porque al parecer la señora Vanegas es de las querencias de doña
Clara Brugada, candidata a la Jefatura de Gobierno en 2024, y en una de esas hasta le permite que busque la reelección.
En fin, a ver en qué termina todo ese embrollo del susodicho cártel
milpaltense. | Cartón de José Hernández en La Jornada |
Al tiempo.
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