Investigadores
del Observatorio de la Corrupción e Impunidad reúnen una gran cantidad de
datos sobre cómo se comportan las redes de corrupción real, a fin de crear
una simulación que permita analizar cuáles son las mejores estrategias para
debilitar o romper esa red.
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Cuando Jesús Espinal
Enríquez dice que la corrupción es como un cáncer, lo dice con conocimiento
de causa. Como investigador del Instituto Nacional de Medicina Genómica
(Inmegen) trabaja en develar los mecanismos de aparición del cáncer. Lo hace
analizando cómo la activación o la inactivación de los genes pueden
influenciar el desarrollo de la enfermedad. Pero Jesús también es parte del
Observatorio de la Corrupción e Impunidad de la Universidad Nacional Autónoma
de México (UNAM).
El observatorio es un
proyecto en el que científicos de diferentes disciplinas buscan nuevas formas
de estudiar la corrupción y probar métodos de investigación que no se han
usado antes en México, por ejemplo, utilizar herramientas de cómputo para
analizar cómo se forman y cómo operan las redes de corrupción en el país,
algo parecido a lo que Jesús usa para estudiar la relación entre cientos de
genes y el cáncer.
Los investigadores que
forman parte del proyecto pretenden emplear la teoría de redes para crear
modelos matemáticos y computacionales que expliquen, representen y simulen
los fenómenos de corrupción.
La corrupción, un problema
para la teoría de redes
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Procesos biológicos asociados a conjuntos de genes específicos en un tipo muy agresivo de cáncer de mama |
Los modelos matemáticos
permiten simular la realidad y experimentar con ella de manera virtual. Por
ejemplo, si se tienen datos suficientes del número de carros en una ciudad,
de las horas de tráfico y de las rutas preferidas por los ciudadanos, se
podría hacer un modelo del tránsito en esa ciudad y averiguar qué sucedería
con el flujo de automóviles si se bloquea una calle específica, si se cambia
la sincronización de los semáforos o si se modifican los límites de
velocidad. Experimentar con estas variables permitiría tomar acciones para
mejorar el tráfico.
Algo similar es lo que
intentan los investigadores del Observatorio de la Corrupción e Impunidad. Al
reunir una gran cantidad de datos sobre cómo se comportan las redes de
corrupción real, pretenden crear una simulación que permita analizar cuáles
son las mejores estrategias para debilitar o para romper una red, qué
acciones la fortalecen y cómo prevenir su articulación.
Para lograrlo, los
científicos deben suponer que la corrupción se comporta como un sistema
complejo y que comparte características esenciales con otros sistemas
complejos, como los ecosistemas, el tiempo atmosférico o las redes sociales.
Estos sistemas están
compuestos por un gran número de elementos y cada elemento tiene su propia
estructura interna y cumple una función específica; además, lo que ocurre en
una parte del sistema afecta directa o indirectamente todo el sistema. Y, por
último, el sistema tiene propiedades emergentes, es decir, la suma de sus
componentes genera fenómenos que no existen cuando se observa a los
individuos por separado.
Es aquí donde las
analogías con el cáncer comienzan a aparecer.
Cáncer y corrupción
Una propiedad importante
de los sistemas complejos es que deben estar formados por un gran número de
elementos. El cáncer puede verse como un sistema complejo, porque en esta
enfermedad la actividad de miles de genes se altera, algunas alteraciones son
causa y otras consecuencia del padecimiento. Además, cada alteración en un
gen o en un grupo de genes, a su vez, puede afectar a otros genes, así que
los científicos tienen que analizar cientos de miles de interacciones para
tener una idea de cómo actúan los genes en un proceso canceroso.
Algo parecido sucede con
la corrupción. Los actos de corrupción necesitan de una red de decenas o
cientos de personas que se relacionan entre sí y lo hacen de diferentes
formas: mediante empresas, mediante contratos, mediante parentescos y de
otras formas.
Cuando se tiene a tantos
individuos interactuando en una red, no se puede saber cómo opera la red
estudiando individuo por individuo, se necesita obtener una perspectiva más
global y, para esto, uno se puede apoyar en la teoría de redes, explica Jesús
Espinal.
Otra de las
características que comparten el cáncer y la corrupción es que ambas son
sistémicas, cuando se afecta una parte del sistema, se afecta todo.
Por ejemplo, cuando un
cáncer afecta el páncreas, todo el organismo terminará sufriendo. Ahora,
pensando en la estafa maestra —operación con la que el gobierno federal entregó
más de siete mil millones de pesos a 186 empresas, de las cuales 128 eran
fantasma—, ese dinero que debía destinarse para un sector A, ahora está en
otro lugar, detalla el investigador.
Si el sector A deja de
funcionar, digamos el sector salud, esto afectará al sector B, por ejemplo,
la producción o el campo, porque hay más personas enfermas que no pueden
trabajar. Pero también puede afectar al sector C, por ejemplo, a los jóvenes
que no podrán seguir con sus estudios porque tienen que suplir a los adultos
que no pueden trabajar. A su vez, que haya menos jóvenes estudiando puede
afectar al sector A, pues podrían escasear los profesionales de la salud.
«En esta sociedad, lo
económico, lo político y lo social están íntimamente relacionados», recuerda
el investigador.
Esto hace pensar a los
investigadores que la teoría de redes podría incorporar la complejidad del
tejido social en el estudio de la corrupción y dar nuevas pistas sobre cómo
combatirla.
Javier Duarte, un primer
estudio de caso
Issa Luna Pla, adscrita
al Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, llevaba varios años
buscando nuevas ideas para estudiar y combatir la corrupción. Para
encontrarlas, tuvo que salir de lo convencional y buscar en lugares en los
que una jurista generalmente no buscaría, en revistas científicas de
biología, física, incluso de medicina.
Poco a poco, la idea de
estudiar la corrupción mediante teoría de redes y sistemas complejos fue
consolidándose entre sus proyectos, y gracias al Programa de Apoyo a
Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica (PAPIIT) de la UNAM,
durante 2017 Issa Luna pudo reunir a investigadores de distintas áreas para
crear el Observatorio de la Corrupción e Impunidad, del cual es coordinadora.
El proyecto inició con
el estudio del caso de Javier Duarte, exgobernador del estado de Veracruz
acusado de desviar millones de pesos del erario público.
«Con la información que
los científicos sociales habían obtenido, los científicos de datos analizamos
contratos, nombres de empresas y personas, y los ligamos para modelar parte
de la red de corrupción mediante la cual operó Duarte», explica Jesús
Espinal.
Gracias al estudio del
caso Duarte y a otros trabajos que realizan en el observatorio, los
investigadores formaron algunas hipótesis de trabajo. Primero, que las redes
de corrupción son un fenómeno antiguo, que incluso sigue por generaciones sin
importar que cambien las cabezas de las organizaciones o los gobiernos.
Segundo, que existen
elementos dentro de una red que parecen no ser importantes y que incluso
tienen rangos bajos, pero que son los que mantienen cohesionada la red. Estos
individuos tienen gran capacidad de interlocución y pueden trabajar para
distintos grupos.
«Mantener un perfil bajo
permite a las redes mantenerse ocultas y unidas a pesar de que sus elementos
de alto rango sean descubiertos, pues las personas capaces de crear los lazos
para reorganizarla siguen allí. Esta información no podríamos saberla sin el
análisis de redes», señala Issa Luna.
Por último, diferentes
experiencias han llevado a los científicos del observatorio a pensar que
romper una red de corrupción es muy difícil, por la cantidad de personas que
la componen, las interacciones y los mecanismos de protección con que
cuentan. Pero que sí es posible influir en ellas y poco a poco disminuir su
tamaño o capacidad de acción.
Para Issa Luna, el ideal
sería construir un buen modelo, basado en información veraz, para predecir
cómo se comportaría una red si pierde a sus elementos principales o si barreras
legales o institucionales limitaran su campo de acción.
Lo importante es que la
creación de leyes o los programas anticorrupción no se basen en la intuición,
y el modelaje matemático podría dar luz sobre qué medidas son más adecuadas
para enfrentar a una red de corrupción específica, señala la coordinadora del
observatorio.
Información para combatir la
corrupción
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Mapa y red de las municipalidades afectadas por el crimen organizado en mayo de 2010 |
Cuando los científicos
analizan el cáncer mediante teoría de redes, necesitan información para
construir el modelo que simulará la enfermedad, esta información viene de
experimentos reales en los que se estudian las características de los
tumores. Una vez que obtienen una gran cantidad de datos, los utilizan para
alimentar la computadora y crear un modelo que intenta explicar cómo se
comportan los tumores si tienen ciertas características o si se les somete a
cierto tratamiento.
Para estudiar las redes
de corrupción, también es necesaria una gran cantidad de información.
Obtenerla es uno de los mayores retos del Observatorio de la Corrupción e Impunidad.
La ventaja es que los científicos sociales que integran el proyecto han
trabajado en eso por años y han construido bases de datos en las que reúnen
información de fuentes públicas y oficiales sobre diferentes casos de
corrupción.
«Hacemos investigación
documental en los sistemas del Estado como CompraNet o la Auditoría Superior
de la Federación, en donde ya existe información de casos reales en los que
incluso hay hallazgos de las mismas instituciones jurídicas que permiten
detectar posibles irregularidades. Y aunque muchos casos están sub judice, es
decir, que no han sido juzgados todavía, han sido detectados por una
auditoría o por una institución que tiene la facultad de señalarlos», detalla
Issa Luna.
Los investigadores
localizan los casos más visibles o en los que hay más información disponible
y buscan datos relacionales: informes de auditorías, nombres de personas,
empresas involucradas, contratos involucrados. Una vez que los tienen,
construyen las bases de datos que les permitirán vincular a las personas y
modelar la red.
«Otra fuente de
información muy útil para nosotros son los periódicos. La información que
genera el periodismo es útil hasta el punto que nos permite obtener
información de cuáles podrían ser las relaciones entre personas. Pero mucha
de la información periodística no es información necesariamente verificada,
así que la tomamos como una fuente que nos permite hacer inferencias, pero
que siempre tenemos que validar con fuentes oficiales, con documentos reales»,
expone.
Estudio del individuo para
comprender la corrupción
Pero en el Observatorio
de la Corrupción e Impunidad no solo utilizan la teoría de redes para
estudiar la corrupción, también estudian el fenómeno con los principios de la
teoría de la economía del comportamiento.
Al contrario de la
teoría de redes, la economía del comportamiento estudia al individuo, trata
de analizarlo desde una perspectiva psicológica y económica para comprender
cómo se comporta frente a un incentivo económico, frente a un posible acto de
lealtad o de reciprocidad. En resumen, qué mueve a un individuo a incurrir en
un acto de corrupción y, también, qué lo frena, explica Issa Luna.
Estas dos teorías se
complementan, pues con la descripción del comportamiento de muchos individuos
ante una misma situación, se pueden modelar redes que predigan mejor el
comportamiento de un grupo.
«Cada individuo tiene un
nivel de ética en el momento en que llega a la administración pública a
trabajar, pero es el entorno de ilegalidad, de favoritismo o de lealtades el
que finalmente lo impulsa a entrar en la dinámica de cometer actos de
corrupción. Al estudiar el comportamiento individual, hemos reafirmado la
hipótesis de que el contexto es el factor fundamental, de que hay un caldo de
cultivo que nos está generando un problema», comenta.
Los funcionarios públicos y
los regalos de Navidad
En México, ya se han
hecho estudios con el enfoque de economía del comportamiento. Uno de ellos
involucró funcionarios públicos federales, correos electrónicos y regalos de
Navidad.
Investigadores del
Laboratorio Nacional de Políticas Públicas con sede en el Centro de
Investigación y Docencia Económicas (CIDE), en conjunto con la Secretaría de
la Función Pública, diseñaron, para el periodo navideño de 2016, cinco tipos
de correo electrónico y los enviaron a 157 mil 586 servidores públicos, con
el objetivo de analizar cómo reaccionan los individuos al recordarles la Ley
General de Responsabilidades Administrativas. En ese año, la ley decía que
todos los servidores públicos no podían aceptar regalos de valor mayor a 10
veces el salario mínimo vigente y que en caso de recibirlos, sin haberlo
solicitado, debían entregarlo al Servicio de Administración y Enajenación de
Bienes.
Gracias a los correos,
los servidores públicos devolvieron más regalos, la suma del valor de los
obsequios devueltos fue mayor y un mayor número de funcionarios cumplió con
la ley. Pero con el estudio también se pudo observar que no todos los
estímulos funcionaron igual.
«Los resultados fueron
muy interesantes, a quienes no se les recordó la ley y solo se les deseó una
feliz Navidad, regresaron menos regalos. Pero a los que se les recordó la
norma y se les recordó la sanción se enojaron, mostraron una indignación
evidente porque sintieron que se les amenazó. A un tercer grupo se les dijo:
'Feliz Navidad y acuérdate que todos tenemos que devolver los regalos por
disposición de la ley'. Ese fue el grupo que más regalos devolvió y ese año
se tuvo un retorno mucho mayor que otros años», detalla Luna.
Y aunque el Observatorio
no participó en este experimento, retomar sus resultados les ayuda a buscar
patrones en el comportamiento humano para identificarlos y poder modelar
matemáticamente la realidad. Con un modelo sólido, científicos podrían
simular acciones en una red de corrupción y saber qué acciones refuerzan los
códigos éticos personales a un punto que puedan disminuir la probabilidad de
cometer actos de corrupción.
El libre albedrío
A pesar de las
similitudes, existe una gran diferencia entre estudiar el cáncer y estudiar
la corrupción. Las células, los genes y las moléculas no deciden las acciones
que van a realizar y no piensan en las consecuencias de sus actos, en pocas
palabras, no tienen agencia moral o «libre albedrío». Por lo tanto, se puede
hacer un modelo matemático que represente un conjunto de células y predecir,
en gran medida, su comportamiento. ¿Pero se puede hacer un modelo matemático
que prediga cómo actuará un grupo de personas bajo una situación
determinada?, ¿existirá un conjunto de reglas que explique con tal detalle el
comportamiento humano?
La respuesta de los
críticos al uso de la teoría de redes en el estudio de la corrupción es que
no. Pero Jesús Espinal considera que las cosas no pueden verse de manera tan
drástica. Hay que recordar que en un sistema complejo, el todo es más que la
suma de sus partes y la solidez de una red es más importante que las acciones
de uno solo de sus individuos.
«Si bien tenemos libre
albedrío, estamos muy constreñidos. Nuestra capacidad de decisión está muy
acotada porque en este momento no podemos tomar todas las decisiones que
existen, sino un conjunto pequeño de ellas. Además, a esto se le puede sumar
una cosa muy importante que también pasa en cáncer, si tú tienes una célula
mala y alrededor tienes muchas células que están sanas, lo más seguro es que
la célula enferma no tenga un efecto nocivo en el entorno. En cambio, si
tienes un conjunto de células sanas y alrededor tienes muchas células
enfermas, como ocurre normalmente con los tumores cancerosos, cuando intentas
extirpar el tumor, con que se queden unas pocas células enfermas, el ambiente
nocivo propiciará que el tumor vuelva a crecer», indica.
En la corrupción, el
medio también es un factor fundamental para que los individuos tomen ciertas
decisiones. El investigador lo ejemplifica diciendo que cuando se coloca a un
individuo en un medio que favorece la corrupción, su probabilidad de
corromperse aumenta. Pero que si, por ejemplo, tomas a un agente de una
policía corrupta y lo pones en el centro de Finlandia, con bajos niveles de
corrupción, no va a cometer los mismos actos porque está limitado por el
medio.
Trabajo en conjunto
En el observatorio
trabajan abogados, economistas, biólogos, matemáticos, físicos, sociólogos y
científicos de varias disciplinas más. Esto trae nuevas ideas para analizar
un problema ante el cual parecen estarse agotando las propuestas de solución,
explica la coordinadora del proyecto.
«Básicamente tenemos
toneladas de información que aprender los unos de los otros. Yo he aprendido
que la manera en que los científicos sociales ven un problema es totalmente
complementaria a como lo vemos los científicos naturales. Y ver dos caras de
la misma moneda simplemente te hace conocer bien la moneda», opina Espinal.
Esta es la primera vez
que en México, científicos de tantas disciplinas se reúnen para analizar y
combatir la corrupción con métodos tan innovadores. Y aunque aplicar la
teoría de redes para estudiar sistemas sociales tiene sus detractores, la
metodología se está comenzando a utilizar en todo el mundo, declara Luna.
«La única manera de
combatir la corrupción es intentándolo, haciendo ciencia y haciéndola con
todos. Porque si la hacemos en nuestros grupos de conocimiento aislados, no
vamos a innovar. Y en esto, que es un problema nacional que nos afecta a
todas y a cada una de las personas en este país, a más de cien millones de
personas, tenemos que desarrollar innovación científica sí o sí», señala.
Así que los
investigadores del Observatorio de la Corrupción e Impunidad tendrán que
buscar nuevos métodos para resolver un problema que no solo les importa como
científicos, les importa también como ciudadanos.
Fuente: Conacyt
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