La corrupción en los mandos de la corporación
policiaca que encabeza Hiram Almeida, y que quedó en evidencia con la agresión
al joven estudiante de la UNAM, terminó como en el box por noquear a
Mancera, y cual púgil tendido sobre la lona, difícilmente éste va a poder
levantarse en lo que queda de su gestión.
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Ahora Mancera defiende a policías y descalifica movilizaciones de la sociedad |
Definitivamente,
el jefe de gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, acabó siendo víctima del egocentrismo que
le obnubila la esmirriada sesera que les proveyó la antropofagia política a
quienes ostentan un cargo público de cierta significación, por lo que ante el
inminente fin de su gestión y luego de que por sus limitaciones –como aquí lo
anotamos en múltiples ocasiones desde que comenzó su gestión– no le alcanzó
para superar la etapa de suspirante
presidencial y así poder convertirse en precandidato del frente que –a propósito– se le fue de ídem, por lo que la frustración lo trastocó en una especie de merolico
de circo de desolado pueblo, que lo mismo sale ante los reporteros a anunciar
las propiedades de prodigiosa pócima que para anunciar ferias del tamal o la
levantada de niños dioses en tiempos de la tradicional Candela… Todo un
comediante del vodevil citadino, aunque de patética figura y desangelado perfil,
que aguarda ansioso en su camerino del antiguo palacio del Ayuntamiento a que
cualquiera de sus subalternos llegue corriendo ante él para darle alguna
noticia que a su vez pueda salir a ofrecer ante la legión de reporteros de
empresas comunicacionales con las que estableció substanciosos convenios
publicitarios, a fin de que éstas lo mantengan en la pasarela mediática y aquel
siga en la suposición de que es todo un bienamado de la población capitalina
y que pocos mortales pueden conciliar el sueño si antes no lo vieron por
televisión, lo escucharon por radio o lo leyeron en alguna red social… Ante
la cercanía del fin de su gestión, Mancera
parece haber enloquecido al dejar atrás las diferentes etapas por las que
pasó: la del mediocre gobernante que se moría de miedo ante las marchas y
plantones de los profes de la
Coordinadora por todita la Ciudad, sin atreverse a poner orden para
garantizar el derecho al libre tránsito de quienes en la capital del país han
vivido siempre; después, la sospechosa y sistemática negación de que en el DF
operaba el crimen organizado, mientras las matazones tenían lugar lo mismo
que en un antro de la Zona Rosa que en los suburbios de la metrópoli; luego
la etapa de querer causar compasión y lástima entre la ciudadanía con aquello
de su presunta operación a corazón abierto –algo que le copió a López el dueño de Morena, cuando al
mesías dizque le dio un infarto la víspera de la aprobación en el Senado de
la reforma energética–, y el grotesco moldeo del superhéroe que postrado en
la cama de un hospital seguía dirigiendo los destinos de la Ciudad;
posteriormente, el frenesí por las inauguraciones que lo subyugó, mínimo, un
par de años, donde lo mismo cortaba listones en un kínder que en un
corporativo de Santa Fe, hasta ser poseído por el mal del suspirante presidencial, que lo llevó
a despilfarrar recursos para congraciarse con los de la conferencia de
gobernadores para que le hicieran segunda con su esquizofrenia de mandarín o
con grupos de vivales que en algunas ciudades de la República, por
redituables obsequios que incluyeron hasta patrullas, lo hicieron sentir el candidote que las masas ávidas de
justicia del país esperaban paseándolo en caballo –mientras en la Ciudad los
de la Marina-Armada desmantelaban cárteles de la droga que tanto aquel había
negado–… Hasta que terminó en vocero de sí mismo, saliendo de su camerino
unas diez o quince veces al día, para anunciar a los reporteros de los
condescendientes medios de difusión lo impensable. Ya sólo falta que le
pongan un pizarrón con el mapa de la Ciudad para que señale dónde sí y dónde
no va a llover. Porque las inclemencias del tiempo ya las presenta. Como
anuncia si hubo atropellados, robados, golpeados, estafados… Y después de todas
esas facetas del anodino jefe de gobierno, se presentó el caso del joven de
17 años de edad, Marco Antonio Sánchez
Flores, quien el pasado 23 de enero tomaba fotos a un mural en las
inmediaciones del Metro Rosario, cuando repentinamente fue golpeado y
detenido por tres policías capitalinos acusándolo de robo… Por fortuna, el
muchacho apareció maltrecho, sí, varios días más tarde, pero con vida, y sólo hasta que la sociedad lo
obligó a incluir en su verborrea mediática de todos los días el tema del
alumno de la UNAM, Mancera reconoció la desaparición de Marco Antonio y salió a dar algún pronunciamiento... Sólo que tras de su localización en un municipio mexiquense,
vinieron las descalificaciones del gobierno capitalino a las movilizaciones
de la sociedad en su justificado derecho a exigir justicia y castigo a los
responsables… ¿Cuántas veces no hemos denunciado aquí las corruptelas en la
Secretaría de Seguridad Pública de la Ciudad de México? Sobre todo a partir
de los cobros y extorsiones que hace un jefe de sector en Mixquic… Son
varias, ciertamente, por lo que hemos llegado a la conclusión que podría ser
hasta el propio Mancera quien
estaría encubriendo al jefe que controla los hilos de corrupción en la
policía capitalina… El problema es que por lo visto al jefe de gobierno ya se
le cayó el teatrito del seudo demócrata chambón y la población se encuentra
sumamente molesta por la desaparición forzada y todo lo que rodeó el caso del
joven Marco Antonio… Sobre todo
porque es tan evidente que eso le puede pasar a cualquier joven que tenga la
desgracia de toparse con policías… Como quien dice, si a base de billetazos mediáticos el omiso doctor MAME había conseguido recuperar un poco de credibilidad al cierre
de su gestión, con lo que pasó el 23 de enero el omiso gobernante está
tendido en la lona… La corrupción en los mandos de la corporación policiaca
que encabeza Hiram Almeida terminó
como en el box por noquear a Mancera,
y cual púgil tendido sobre la lona, difícilmente va a poder levantarse antes
de que concluya su gestión… Al tiempo.
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