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Una de las fotografías que supuestamente muestran a uno de los mirones de la relatora de un delito que nunca se consumó en su contra |
La
situación de inseguridad que se vive en la Ciudad de México presumiblemente
llevó a la paranoia a una mujer quien, en pleno centro de Tulyehualco,
sintió que podía ser víctima de un asalto, un secuestro o de algo más.
El
caso es que hoy fue subido a la red social de Facebook el testimonio de
quien firma como Luna Le Vount (Luna
le Cuenta podría también ser en castellano), quien relata cómo el viernes por la
mañana cuando se dirigía a la escuela, cuyo trayecto suponemos empieza en
Tláhuac, para luego cambiar de transporte en Tulyehualco que la deje en
frente de la escuela, de pronto vio a dos señores mirándola de lejos.
Lo
primero que pensó, según quien nos cuenta la mujer, fue en que la iban a
asaltar, por lo que se acercó a una señora que venía con su nieta, pero
ésta persona de la tercera edad no la escuchó –de acuerdo con su
testimonio–, por lo que siguió caminando, así que cuando llegó al lugar
donde había visto a los dos señores observándola, ya sólo había uno. Como
en un filme de suspenso, diría uno.
Y
ese uno, «no me dijo nada –según refiere Luna Le Vount–, sólo se me quedó
viendo», para posteriormente, sin pormenorizar si su trayecto a pie lo
había hecho en línea recta o decidió caminar en círculo, al llegar a la
esquina su sorpresa fue mayúscula cuando vio que los dos hombres «ya
estaban juntos otra vez», lo que parecería el argumento de una novelita de
suspenso.
Lo
curioso del caso es que aun cuando supuestamente estaba a punto de colapsar
por el miedo que le causaban los dos hombres, la contadora de la historia
no debió estar tan retirada de aquellos desde el momento en que alcanzó a
escuchar cómo uno le decía al otro «en voz baja»:
—«Esta
es la vieja wey» (y quedito, conste, pero alcanzó a escuchar)
Según
Le Vount, ahí fue cuando supo –con elucubración de pitonisa de Catemaco
seguramente–, que ya no iba a ser víctima de un asalto, sino de otra cosa,
por lo que empezó a caminar muy rápido. Luego, refiere que uno de ellos la
siguió, mientras que el otro cruzó la avenida (suponemos que la avenida que
va al pueblo de Xochimilco), el cual «caminaba en la misma dirección».
Dice
haber escuchado un «¿a dónde vas?», pero no aclara si la pregunta iba
dedicada a ella o a alguien más, lo que sí precisa es que corrió y que
subió a una Combi donde simplemente soltó el «me están siguiendo con voz
desesperada y nadie hizo nada», detalla.
A
continuación, y ya desde arriba de la unidad de transporte –supone uno,
porque ella nunca especifica dónde está en este otro instante–, dice que
tomó dos fotos «por la parte de atrás de la Combi para ver si podía verlos
pero no funcionó» (o sea, ¿sólo apuntó el teléfono móvil sin abrir los ojos
o extendió la mano con el aparato para no ser vista y apuntó la cámara al
tanteo?), vaya usted a saber. El caso es que aquí sí ya uno no sabe si Le Vount volvió a bajar del vehículo o qué diantres sucedió, porque clarito
señala que tomó las fotografías por la parte de atrás, no desde atrás de la
Combi o desde adentro, en fin.
Fue
entonces que la mujer, según su relato, empezó «a llorar del miedo y
desesperación de pensar que no volvería» a su casa, aun cuando nadie le
había hecho absolutamente nada.
Sin
embargo, a pesar de que momentos antes la Le Vount había anotado que en la
Combi nadie hizo nada luego de que soltó el me están siguiendo, resulta que
sí hubo quién sí la escuchó: «un chico que también se dirigía a mi escuela»
fue quien la oyó y hasta la acompañó a la dirección «para levantar un
reporte» y sanseacabó.
Lo
que sigue de la historia es el consabido no saben lo horrible que se siente
pasar por esto, niñas cuídense mucho, además de la recomendación del traten
de salir lo menos posible porque la situación está muy fea «y si salen
lleven con ustedes gas pimienta, un cuchillo o lo que sea para defenderse».
Para
colmo, la susodicha Le Vount se permitió poner un par de fotografías que
dice haber tomado, aunque uno ya no sabe si las tomó (las fotografías,
claro está) desde la Combi o por atrás de la Combi, a fin de que el confuso
lector se dé «una idea de por dónde fue» lo que le sucedió.
Como
quien dice, al entender de cada quien, simple y llanamente.
Mejor
leer con atención, sugiere representante de rutas
Tras
de leer el relato que más bien parece tener como finalidad el infundir más
terror a la gente con aquello de la inseguridad, hubo quien le respondió a
Le Vount. Fue Martha Patricia Illescas, quien no tuvo necesidad de esconder
su identidad bajo ningún rimbombante seudónimo como Le Bombastique u otro
por el estilo, sino que en la propia red social de Facebook hizo las
pertinentes aclaraciones del caso.
«Somos
nosotros, la base de rutas 56, 44 y 12 las que estamos para apoyar a la
comunidad», puntualizó de entrada, al tiempo de precisar que las unidades
que se estacionan en el lugar que aparece en las fotografías cuentan con
seguro y tarjetón del conductor, por lo que es relativamente fácil saber la
identidad de quién las maneja y dónde vive.
«Si
no tenemos esos datos y documentos no les permitimos utilizar la base»,
dice la señora Illescas, quien además explica que son tres personas las que,
debidamente identificadas y con uniforme, portan un radio transmisor y
están para apoyar a los usuarios porque de igual forma son padres, esposos
e hijos de alguien, y que por fortuna el incidente que contó Le Vount
«no paso a mayores».
Finalmente,
la señora, quien funge como representante de las rutas anteriormente
descritas, concluye con importantísima sugerencia:
«Leamos
con calma, con atención y reaccionemos con responsabilidad».
Porque
sí, efectivamente, si uno lee con atención el relato de Luna le Vount
podría concluir en que todo sucedió en su cabeza, a partir de la paranoia
que podría derivarse del escenario de terrible inseguridad que viven los
habitantes de la capital del país.
Pero
sobre todo de los secuestros en Tláhuac, delito que como se ha informado
con oportunidad, se ha disparado en 200 por ciento.
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