El 19 de septiembre de
2017, un alumno del Instituto Nacional de Medicina Genómica (Inmegen)
presentaba su examen de grado, para registrar el evento uno de los asistentes
prendió su grabadora, nadie esperaba que el aparato registrara también los
sonidos del sismo de magnitud 7.1 que inició a las 13 horas de ese martes y
que provocó la muerte de más de 360 personas en el país y el colapso de más
de 40 edificios en la Ciudad de México.
La grabadora fue el
imperturbable testigo de gritos, vidrios rotos, fracturas y crujidos, en un
edificio que sufrió las consecuencias del movimiento de la tierra, y si se pone
ese audio a una persona que sufre estrés postraumático a causa del sismo,
inmediatamente se podrá ver en su semblante cómo aparecen las reacciones
físicas por evocar el evento traumático y es probable que el individuo no
pueda terminar de escuchar la grabación.
A decir del doctor
Humberto Nicolini Sánchez, investigador del Inmegen, «todas las personas que
estábamos en la Ciudad de México sufrimos las consecuencias físicas y
emocionales del lamentable evento, pero no todas las personas desarrollamos
estrés postraumático», lo cual se explica porque no todos experimentaron el
evento de la misma forma, algunos vivieron de cerca algún colapso o incluso
estuvieron atrapados entre los escombros, y otros solo sintieron un leve
movimiento.
«Existe una correlación
entre la severidad del evento que uno vive y una mayor frecuencia de estrés
postraumático. Pero hay personas que estuvieron cerca del desastre y
simplemente por estar inmersos en las noticias y en las historias posteriores
desarrollaron estrés postraumático. Por otro lado, hay personas que
estuvieron donde hubo calamidades y no lo desarrollaron», indicó.
Esto dice a los
científicos que el ambiente no es el único factor implicado en el desarrollo
del estrés postraumático y que podría haber un factor genético o epigenético
involucrado.
Existen evidencias
científicas que sugieren que vivir un evento traumático podría ocasionar que
la información genética de una persona se lea de manera distinta y esto
altere algunas vías hormonales, propiciando que sufra síntomas más severos
que el resto de la población.
Para aportar a esta
hipótesis, Humberto Nicolini dio inicio con un proyecto en el Laboratorio
Genómica de Enfermedades Psiquiátricas y Neurodegenerativas del Inmegen, para
analizar las diferencias en el epigenoma entre personas que desarrollaron estrés
postraumático por el sismo del pasado 19 de septiembre y personas que no lo
desarrollaron.
Estrés fuera de lo común
El temor y las
reacciones fisiológicas que preparan el cuerpo para la «lucha o la huida» son
reacciones normales ante una amenaza, pero el trastorno por estrés
postraumático es diferente a la ansiedad o a los procesos adaptativos que la
mayoría sufre cuando se siente amenazado. Los síntomas del estrés
postraumático pueden ser tan severos que perjudican la vida de un individuo y
además no desaparecen con el tiempo, explicó Nicolini.
El diagnóstico del
estrés postraumático debe hacerse por un especialista que tome en cuenta si
la persona revive mentalmente el evento traumático —reaccionando incluso con
palpitaciones y sudoración—, si sufre pesadillas o pensamientos aterradores,
si no puede acercarse a los lugares o personas que le recuerden el evento, si
se sobresalta fácilmente o si sufre remordimiento, ira, culpa u otras
alteraciones en el estado de ánimo. Estos síntomas pueden presentarse
inmediatamente después del evento traumático, pero también pueden surgir
hasta seis meses después.
«Hoy día vuelven a
realizarse pláticas sobre el sismo, vuelve a sonar la alarma o hay simulacros
y estas personas reaccionan ya con un ataque de angustia con sintomatología
muy severa, que las deja inactivas por el resto del día. Presentan signos
físicos importantes y malestares como problemas del sueño, afectivos, de
retención; incluso muchos ameritan estar bajo tratamiento. Esos son los casos
que estamos documentando con entrevistas y evaluaciones», refirió.
Nicolini y un equipo de
científicos trabajan con personas que recibieron el diagnóstico de estrés
postraumático en el Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz, en el Hospital Psiquiátrico Infantil Juan N. Navarro y en otros institutos
de salud, los entrevistan y les toman muestras de sangre y de saliva para
realizar el análisis epigenético.
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El trastorno por estrés postraumático puede surgir por exposición a una guerra; abuso infantil, sexual y físico; violación, accidentes graves y desastres naturales |
Metilo y la hormona del
estrés
Los genes de las
personas no cambian por la exposición a un evento traumático, pero existen
proteínas que mediante una reacción química pueden añadir una molécula
denominada metilo (CH3-) en ciertas partes del material genético. En cierta
medida, esta molécula «tapa» los genes e impide que la maquinaria celular se
una a ellos y los lea correctamente. Este proceso llamado metilación es un
proceso epigenético, es decir, está regulado por el ambiente, y aunque no
cambie lo que está escrito en los genes, sí puede inhibir su actividad.
Varios estudios apuntan
a que el perfil de metilación o la cantidad de moléculas metilo en el ADN es
diferente en personas que sufren estrés postraumático y en las que no lo
sufren. Estas diferencias en la metilación parecen concentrarse en los genes
de receptores a cortisol, una molécula a la que se le conoce como la hormona
del estrés.
El cortisol es una
hormona que se produce en las glándulas suprarrenales —justo encima de los
riñones— gracias a las señales que manda el sistema nervioso central a un eje
llamado hipotálamo-hipófisis-suprarrenal. Una de las razones por las que se
libera esta hormona es por situaciones de estrés. Al liberarse, ocasiona el
aumento del azúcar en la sangre, ayuda al metabolismo de proteínas, grasas y
carbohidratos y suprime el sistema inmunológico.
El cortisol es necesario
para un correcto sistema del organismo humano, pero cuando se sufren
situaciones continuas de estrés, su liberación se eleva o se altera y puede
causar problemas fisiológicos. Estos problemas podrían estar abonando a la
sintomatología del estrés postraumático.
Muestras imposibles de
conseguir
Existe toda una
discusión acerca de si es correcto o no medir los cambios epigenéticos en las
muestras de sangre de las personas con estrés postraumático, comentó Nicolini.
Esto porque los cambios epigenéticos pueden ocurrir solo en los tejidos del
cuerpo que se vean involucrados en la situación ambiental que los
desencadena.
«Lo ideal para estudiar
algo que ocurre a nivel cerebral sería tomar muestras del tejido cerebral,
pero evidentemente eso no es factible. Aun así, como muchas de las vías que
sabemos que están alteradas en el estrés postraumático tienen que ver con la
respuesta del eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal, que controla el cortisol,
y que a su vez se vincula a muchos procesos inmunes, es probable que sí
podamos ver los cambios en sangre periférica», expresó.
El investigador espera
que los cambios epigenéticos en el tejido cerebral se reflejen en los
patrones de liberación del cortisol y alteren la metilación de las células
inmunológicas. Los resultados de este estudio, que calcula se tendrán en un
año más, podrán explicar algunas de las consecuencias de un evento que marcó
no solo hasta los huesos, sino hasta el ADN, a una gran cantidad de
mexicanos.
Fuente: Conacyt
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