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Collins y Amieva, los brutos de la fuerza en la capital... |
La
semana pasada el jefe de Gobierno, José
Ramón Amieva, hizo unas declaraciones que además de helar la sangre a
quienes deben circular por la ciudad de noche o madrugada, parecieron
avalar el artero crimen del albañil Guadalupe
Gutiérrez, de 22 años, cometido por policías del sector Mixquic en el
pueblo de Tlaltenco de la entonces delegación Tláhuac la madrugada del miércoles
29 de agosto, cuando viajaba con otras cuatro personas en un taxi y a
quien, tras de privarlo de la vida, al parecer le fue sembrada una subametralladora
no sin antes tildarlo –junto con sus acompañantes– de delincuente, como
para justificar aquel abuso de autoridad.
Necesitado
tal vez de resonancia mediática porque el período de su interinato se
acerca a su fin, Amieva aseguro ante
el titular de la Secretaría de Seguridad Pública capitalina, Raymundo Collins –quien presuntamente
persuade a un elemento policiaco con el que tiene comunicación por radio esa
madrugada y que lo pone al tanto de lo sucedido, para que encuentre a como dé lugar un arma larga que
según alguien dijo que los dizque delincuentes traían, grabación que aquí
presentamos– que los policías van a poder hacer uso de la «fuerza mortal» para
repeler agresiones de los malhechores.
De
acuerdo con la «verdad histórica» de la oficina de comunicación social de Collins acerca de la lamentable
muerte del joven al que hicieron pasar por delincuente para ocultar el
abuso de autoridad, los policías del sector Mixquic dispararon contra el
taxi aquella madrugada debido a que solamente «respondieron la agresión» de
los albañiles que viajaban en dicho vehículo, y quienes el único delito que
habían cometido fue el de haber cargado gasolina en una estación de
servicio ubicada más atrás y haberse ido sin pagar, situación que al ser
conocida por policías del sector Zapotitla dio lugar a la persecución de
los individuos del taxi y posterior puesta en ejecución de una especie de
práctica de tiro al blanco por
parte de quienes ya del sector Mixquic los esperaban parapetados a la altura
de la Colonia Zacatenco, en Tlaltenco.
Entonces,
no conforme con que por lo visto ya la policía de la Ciudad de México tiene
tiempo de trabajar la «fuerza mortal», y de aplicarla principalmente contra
jóvenes –donde la lista de casos por cierto ya es considerable–, Amieva pareciera haber solapado la
estulticia del jefe de la policía, quien por cierto ha salido bueno para placearse
en ruedas de prensa y ponerse a hablar como merolico, en obvia necesidad de
reconocimiento público a su gestión de mandamás de dicha Secretaría, debido
a que mantiene la esperanza de que la jefa de Gobierno electa, Claudia Sheinbaum, lo ratifique en
el cargo.
Lo
cierto es que nunca como ahora la corrupción mantiene infectada hasta el
tuétano a la corporación policiaca en la Ciudad de México, con gobernantes
omisos y jefes simuladores –no olvidar que Miguel Mancera solapó el estercolero de los mandos policiacos,
según testimonios de policías–, por lo que a los jefazos lo único que
pareciera importarles es encubrir la inmundicia que descuella en los
sectores, como por ejemplo en Tláhuac, donde no fueron pocos los elementos
que estuvieron al servicio de un cártel apenas el año pasado, debido a que
a últimas fechas se ponen a largar discursos con florituras y mentiras con
tal de salir del paso y asegurar su futuro político.
Así
que esa «fuerza mortal» a la que se refirió Amieva hace unos días, la policía de la Ciudad de México ya la
está aplicando desde hace tiempo y contra todo aquel ciudadano que al
entender de los jefazos de sectores, les parezca que además de ser trasnochador
–por necesidad de trabajo o de vicio y diversión– sea un delincuente al que
le deben disparar.
El
caso es que la madrugada del 29 de agosto en Tláhuac fue acribillado por quienes se supone deben brindar seguridad a la población, un infeliz
muchacho que viajaba en el asiento del copiloto de un taxi, y al que según
evidencias de una grabación, el propio secretario de Seguridad habría presionado
a un subalterno para que encontrara, a
como diera lugar, un arma larga, la cual habría sido colocada posteriormente en
las manos de quien cuyo cuerpo inerte yacía prácticamente de cabeza con la
mitad afuera del vehículo.
Del
caso jamás se volvió a hablar en dicha Secretaría, y de los familiares tanto
del albañil muerto como de los otros cuatro que viajaban en la unidad de
transporte público no se ha sabido nada, incluso las empresas comunicacionales
optaron por ignorar el cobarde crimen de quien fue tachado de delincuente
para con ello contribuir a darle carpetazo al asunto y pasar a la balandronada
de Amieva acerca de que la policía
va a hacer uso de la «fuerza mortal» contra todo aquel que parezca delincuente.
Por
fortuna, a todos estos que llegaron a la administración capitalina como
parte del gabinete del incompetente Mancera,
ya sólo les quedan unos días en el cargo. Pero mientras su período
concluye, no está por demás tomar las providencias necesarias a fin de no
exponerse en la calle a que por culpa de un mequetrefe de jefazo de sector
a alguien lo vayan a confundir con delincuente y acabe siendo víctima de la
«fuerza mortal» de los muchachos de
Raymundo Collins… Al tiempo.
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