Cuando descubrieron
la presencia del empresario Alejandro Durán en el deportivo donde minutos
antes un delegado había tenido un acto político, no pudieron
contener su gusto y exclamar «¡Papá Durán!», mote con el que hasta la fecha
lo siguen llamando las niñas de la Casa Hogar de Tláhuac.
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Rosalía y Maricruz Flores Colín con Alejandro Durán |
Por
entre el tumulto de personas que buscaba salir de aquella cancha de futbol
convertida en arena política, o trataban de acercarse con algún servidor público de los que ahí abundaban con motivo de la rendición de cuentas del delegado de Milpa
Alta, bien para saludarlo o tomarse la foto, o para dirigirse al lugar donde la
administración local ofrecía carnitas y tortillas a los asistentes al evento,
de pronto se escuchó la voz de dos jóvenes que exclamaban: «¡Papá Durán!».
Se
trataba de dos mujeres que al descubrir la presencia del empresario Alejandro Durán en el lugar, exclamaron
entusiasmadas el mote con el que hasta la fecha lo llaman las niñas de la
Casa Hogar de Tláhuac, de la cual él es fundador y presidente del Patronato
de la noble institución.
Una
de ellas, Rosalía Flores Colín, ahora
es operadora telefónica y dice haber estado hace como 10 años en la Casa
Hogar de las Niñas de Tláhuac.
La
otra, su hermana, Maricruz Flores Colín,
recordó haber cursado ahí del segundo al sexto grado, y que ahora trabaja en
la delegación Milpa Alta.
«Los
Reyes Magos fueron muy generosos, muy espléndidos con nosotras –comentó entre
lágrimas, mientras abrazaban a Alejandro
Durán–. Recordamos con mucho cariño cuando «Papá Durán» nos llevaba a su
casa en Cocoyoc y ahí nadábamos muchas horas en la alberca, fue algo muy
bonito. Luego en septiembre mandaba hacer elotes para nosotras y en tiempo de
calor nos llevaba nieve».
Conmovida
por la emoción de haber encontrado al presidente del Patronato de esa
institución de asistencia privada, Maricruz
lleva en su memoria otros gratos recuerdos de su infancia.
«Estuve
en la escolta de la Casa Hogar y ‘Papá Durán’ fue mi padrino de primera
comunión».
Ambas
jóvenes no dejaron de abrazarlo, como si no quisieran soltarlo para volver a vivir aquellos años felices de su infancia, por lo que juntos se fueron caminando al fondo
del deportivo a comer unos deliciosos tacos de carnitas, al tiempo que
seguían platicando de los momentos dichosos que habían pasado en la
Casa Hogar de las Niñas de Tláhuac.
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