Por si algo faltara al
desmoronamiento y desacreditación de la figura del presidente Enrique Peña Nieto en el ánimo de la ciudadanía,
debido a la desaprobación prácticamente generali-zada que tiene de su gestión
tras de una serie de deslices –por su analfabetismo funcional–, pifias –sus
fallidas reformas estructurales–, frivolidades –tanto per-sonales como de su
familia– y hasta de presuntos casos de corrupción por conflictos de interés
–propiedades en México y en el extranjero–, a través de los cuatro años que
lleva en el cargo, la visita del candidato republicano Donald Trump a la residencia oficial de Los Pinos por invitación
expresa del pazguato mandatario, podría significarse como una de las últimas
paladas al sepulcro político de su partido político, el Revolucionario
Institucional, en lo que puede ser la inminente extinción tras de las
elecciones de 2018… En algo inconcebible por lo absurdo de la medida, sobre
todo cuando el orate del pro nazi candidato republicano sistemáticamente –un
día sí y otro también– ha insultado a la población mexicana con amplia lista
de calificativos ofensivos como jamás nadie lo había hecho ni dentro ni fuera
del país, Trump llega hoy a la
Ciudad de México en medio del repudio unánime de un amplio sector –el versado
en dignidad y defensa de la condición cultural y nacional, porque otro más
anda todo acongojado a causa de la muerte de un cantante popular–, para
protagonizar un capítulo más del bodrio politiquero que ha significado la
gestión de un apocado e ignaro presidente… Quienes justifican la decisión de Peña de haber invitado a quien ya ha
sido calificado abrumadoramente en redes sociales como un visitante no grato
al país, estiman que la reunión podría ser «todo un éxito» en el remoto caso
de que el imprudente magnate pidiera perdón a la población mexicana, dando
por hecho que ésta aceptaría con sumisión la excusa, aun cuando la que
ofreció Peña por el asunto de la «casa
blanca» fue desestimada de manera contundente… Entonces, ¿por qué debería
aceptársele el perdón a uno y no al otro?... Sobre todo, cuando fueron antes
que el de aquí, otros mandatarios latinoamericanos y actores del espectáculo
en Estados Unidos quienes salieron a responder las virulentas denostaciones a
la población mexicana del viperino Trump,
debido a que como ha sido costumbre en el actual gabinete, ahí no han tenido
la capacidad mínima que requiere el desempeño de un cargo de las dimensiones
del caso para que hubiesen salido en defensa de los connacionales, quienes
fueron los primeros ofendidos por el sandio ignorante –cuyo término aplica muy
bien para ambos–… La inadmisible invitación a quien tiene un odio enfermizo
hacia todo aquello que no es anglosajón para que viniera al país de quienes
tanto ha injuriado, es producto de la trastocada percepción de la realidad
que tiene el apocado Peña; porque
el encuentro en lo oscurito con el
candidato republicano no se trata de un asunto de diplomacia, es una cuestión
de autoestima, de identidad cultural, de dignidad cultural, de sentido común,
pues, para haber evitado un acercamiento con aquel, más allá de si también
saldrá raspado con sus potenciales electores por haber brincado el mítico
muro que tiene proyectado construir y que sería costeado por los mexicanos… A
setenta días para las elecciones presidenciales de noviembre, es evidente que
Trump busca dar un golpe de efecto
para reencausar su candidatura, a fin de reparar el daño que significó
confrontarse con la comunidad hispana incluso desde antes de que fuera
candidato, tras de que la población hispana en su intención de voto registra
una proporción de casi 70 a 30 a favor de Hillary Clinton… El problema es que Peña, en su obnubilado entendimiento por aquello de tener
pretensiones de consumado estadista, aun cuando ha sido invariablemente
ninguneado por sus homólogos de Norteamérica, debió sentir la fatal
corazonada de que un encuentro con Trump
le recobraría puntos a su desvalorizada imagen; sin embargo, éste sólo es
un trastornado candidato que con seguridad habrá de utilizarlo para sus
aviesos propósitos… Por lo pronto, esta tarde la Presidencia anunció que
después del encuentro entre las figuras más impopulares para los mexicanos,
ambos ofrecerán un mensaje. Habrá que ver lo que dicen, aunque los resultados
sean predecibles… Lo único que podría salvar a Peña de la condena unánime sería que su invitación al candidato
republicano tuviera como objetivo el ponerle un cuatro para acabarle de anular
cualquier posibilidad de triunfo en la elección de noviembre… Al tiempo.
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