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miércoles, 26 de octubre de 2016

La pueril historia de «Maruja Barbajana» y el «Rigoñas» tlahuica

De cómo un día llegó ante el delegado Gilberto la «Maruja»  para decirle que venía desde la unidad El Rosario recomendada por el «Patán» | Y luego al ser despedida corrió a tocar la puerta del entonces diputado Alejandro López para que le diera cobijo en la Asamblea | No sé que tengo, ¡ay de mí!, que en tumultuoso tropel, mil encontradas ideas, me combaten a la vez, clamó cuando en el diario Basta se convirtió en francotiradora reporteril | Pero mi dueña, ¿dónde estará?... Esa mujer, con sus pláticas, al cabo, me entretiene alguna vez, suspiró el moreno «Rigoñas», al agradecerle su alevosa fidelidad
¡Ay nanita!... Tomado de La Iguana News número 13,
febrero marzo de 2009
¡Cielos! ¿Qué es lo que escuché?... ¡Hasta los muertos así dejan sus tumbas por mi!... Más…, sombra, delirio fue. Y en su mente la forjó; con su imaginación le dio la forma en que se mostró… No, definitivamente no ha pasado mucho tiempo desde que el doctor Kanek (frustrado funcioñero público en Tlágua) gestó a la temible «Maruja Barbajana» en el papel, cuya historia viene a cuento con motivo de la temporada de día de muertos en Tláhuac, región donde los vivos luchan hasta lo indecible por no ser expulsados de la lista de vivales que succionan del presupuesto cada trienio en las administraciones públicas de la localidad, y ocasión propicia para contar aterradoras leyendas dignas de ser recopiladas por Sergio Romero, egregio recopilador de estos mejunjes además de cuentacuentos (sin ser político, conste) en esa región originaria… Como esta narración que da cuenta de cómo en tiempos de Gilberto Ensástiga en el papel de delegado ucepero (por Unión de Colonias Populares para ser más concretos), un funesto día llegó hasta él proveniente desde la lejana unidad habitacional de El Rosario, inserta en la delegación Azcapotzalco –aunque por infatuaciones trastocadas la protagonista de tan lúgubre y patética leyenda siempre dice, como hasta la fecha, que por residencia tiene la colonia Hipódromo Condesa– en febril exaltación la aviesa «Maruja», asegurándole por ésta –dijo al tiempo que hacía la señal de la cruz con una de sus manos, dándole un picorete boroliano– que llegaba por encargo de un periodista del diario La Jornada, mejor conocido por el mote del «Patán», por lo que portaba concluyente recomendación para que le fuera otorgado el cargo de jefa de prensa, así nomás. Heme ya aquí, don Gilberto; mi mano asegura esta mano que a la altura tendió tu contrito afán, dijo ella… Como Gilberto era amigo del periodista, jamás puso en  duda la palabra de la vaporosa «Maruja», y acabó contratándola para su dicha… ¡«Maruja» de mi corazón!, respondió él, toma posesión de tu cargo… Pero no había transcurrido ni el año cuando a los oídos del delegado llegaron en forma copiosa la lista de quejas y denuncias por la despótica manera de conducirse de la sobredicha con el personal a su cargo en la oficina de comunicación social, dándole a ésta el delegado relativo tiempo de gracia para ver si hacía rectificación de su comportamiento. Sólo que al ver que la desquiciada señora estaba más loca que una cabra y se ensañaba con el personal ahí adscrito, Gilberto terminó por pedirle la renuncia… ¡Aparta, piedra fingida! Suelta, suéltame esa mano, que aún queda el último grano, en el reló de mi vida… Para entonces, la chiflada «Maruja» ya se llevaba de a cuartos con quien había sido asesor en la administración de Ensástiga en Tláhuac, Alejandro López Villanueva, quien acababa de estrenarse como diputado local, por lo que rápidamente aquella fue a buscarlo a su oficina en la Asamblea Legislativa donde fungía como presidente de la Comisión de Desarrollo Social, para pedirle chamba diciéndole que su cuate de Tláhuac la había despedido; y debido a la forma como se repartían el pastel los perredistas en la Asamblea, por consiguiente a López por presidir dicha comisión le correspondía una dirección de área en la Dirección General de Comunicación Social, cuyo titular era Fernando Macías CuéOs estoy oyendo, dijo la «Maruja» a su nuevo protector, y me hacéis perder el tino; yo os creía un libertino, sin alma y sin corazón… Así que a «Maruja» le tocó una buena rebanada del pastel. Sólo que, para variar, al poco tiempo de igual forma comenzaron los problemas porque la interfecta la emprendió contra el personal, sacó el cobre significado por su altanera y perturbada forma de comportarse con sus subordinados, lo que rápidamente se supo a mero arriba del organigrama, sólo que en esta ocasión fue con Alejandra Barrales, presidenta de la Comisión de Gobierno… Voy, pues, a entrar por la portería, y a cegar a sor María «Maruja Barbajana», la tornera, sentenció cual Brígida del don Juan Tenorio, la Barrales… Porque además, con su comportamiento la «Maruja» también le ocasionaba problemas al director general, al interferir en el desarrollo de las actividades comunicacionales del órgano legislativo, aunado al hecho de que usurpaba funciones y ante algunos reporteros de la fuente se vanagloriaba de ser ahí la mera chipocluda, cuando en realidad sólo era una directora de área, tornera, pues, con funciones muy específicas… Por eso fue que a López el diputado, la abadesa Alejandra lo llamó a cuentas para que explicara el comportamiento de «Maruja», pero al enterarse de todas las barbaridades y despiporres que ésta ocasionaba, sobajando con sus desplantes al mero jefe de la comunicación social, Alejandro dijo que tampoco estaba de acuerdo con la fea forma en que su operadora trataba al personal –los sentidos me enajena, reconoció–, por lo que accedió al despido, pero a cambio de que se le otorgara una buena compensación a causa de que ya corrían los días de la temporada decembrina (diciembre y sus posadas estaban en su apogeo), según intercedió por ella, a fin de que no le fuera a entrar alguna especie de proterva depresión… Partió «Maruja» del cruce de las calles de Donceles y Allende con 300 mil del águila en la bolsa, concedidos aun cuando no le correspondían según la ley federal del trabajo por el poco tiempo laborado, pero para que no tuviera motivos ni por qué despotricar ni desvariar, se los regalaron prácticamente en donde regentean el dinero de los habitantes de todo México… Atada con santos votos, para que no tengáis como otras, pruebas difíciles ni penitencias que hacer. Conque, ¿me habéis entendido?, dijo la abadesa Barrales… Pero como la «Maruja» ya iba con el alma envenenada y echando espuma por la boca del puritito coraje –¡ánimas del purgatorio!– a causa de los muchos resentimientos que albergaba, todavía con el borbotón en las comisuras de los labios fue a tocar la puerta del diario Basta, donde de hinojos clamó: No sé que tengo, ¡ay de mí!, que en tumultuoso tropel, mil encontradas ideas, me combaten a la vez… Ahí encontró acomodo como francotiradora reporteril, desde donde comenzó a lanzar ponzoñosos dardos –¿contra quién cree usted?, efectivamente– ¡contra quienes habían sido sus jefes tanto en Tláhuac como en la Asamblea Legislativa!, los que por cierto, juraron y perjuraron después que no la hubiesen corrido de sus cargos de haber estado bien de la tatema y no se hubiera abalanzado contra el personal a su cargo… En el diario Basta la «Maruja» se la pasó divulgando hasta asuntos personales y familiares de López en primera plana y a ocho columnas, aún tiempo después de que concluyera su gestión como diputado, mientras daba sus raspones a Gilberto y su respectivo repaso a quienes integraban su corriente perredista en Tlahuita la bella, pero también evocando los buenos tiempos de la milonga y el fandango, como aquel día cuando en abrevadero de prosapia del centro de la ciudad, durante el brindis de colaboradores del primer círculo del delegado Gilberto con motivo de fin de año, eufórica por la coca cola y el champagne que había ingerido, al igual que aquel rechoncho secretario de Agricultura de tiempos del salinato, la «Maruja» se subió a la mesa para enseñar sus dotes de taibolera y contonear lo que tenía al ritmo de mesa que más aplauda y el coro de ¡eh!, ¡eh!, ¡eh! proferido por la eufórica concurrencia que pedía ¡pelos!, nomás pa'fomentar el cotorreo… Algunos atribuyen que su adicción al jolgorio, el regocijo, la liviandad y el hervor se debe a la tristeza que la embargaba desde que, según afirmó en más de una ocasión a sus seguidores del teibol, su marido, que de profesión tenía la de biólogo por la Universidad Nacional, un día se perdió en la Antártida (mésmamente) de donde nunca más regresó, al menos a su lecho marital (lo que no precisó fue si al aludir a la Antártida se refería al techo del mundo o a alguna birriería del centro de la ciudad o la colonia Santa María)… El caso es que la «Maruja» siempre resultó ser muy ducha para eso de contar historias que en la mismísima National Geographic envidiarían. Una operación quirúrgica que, como le sucedió a «Maruja», le practicaron en un dispensario de Azcapotzalco, ella lo hizo ver ante sus compañeros de trabajo en la delegación Tláhuac como que había sido intervenida en un sanatorio de Houston, Texas (¡ah, caracso!)… De «mitómana», pues, no la bajan quienes han podido conocerla y, por ende, escucharla contar sus aventuras… Mientras tanto, un año después de que la había incorporado a la nómina de su administración y de que tenía pocos días de haberse marchado, Gilberto se encontró a aquel amigo periodista de La Jornada que supuestamente se la había recomendado como apta para desempeñar la función de vocinglera, por lo que de inmediato le reclamó por endosarle a la «Maruja», a lo que éste terminó por aceptar que en su momento no supo qué hacer con ella y que lo único que se le ocurrió fue mandarla a Tláhuac… El tiempo transcurrió y cuando todos aquellos que trabajaban en la administración delegacional y que habían tenido el horror de tenerla como jefa, supusieron que finalmente en Tláhuac se habían librado de la «Maruja», quien desde El Rosario, Azcapotzalco, venía a enchincharlos con sus botaduras de cabras al monte, apareció en el escenario político de Tlahuita la bella el celebérrimo «Rigoñas», conspicuo candidato de un mesías de Macuspana a la jefatura delegacional, y al grito ¡de aquí soy!, la recanija «Maruja» se volvió a aparecer por la zona chinampera como alma en pena de la burocracia… La dichosa sencillez, y la calma venturosa, me hicieron apetecer, la soledad de los claustros y su santa rigidez, exclamó la infausta… Y como ambos compartían su afición por verle la cola al chamuco debido a fumar como vil chacuacos, la «Maruja» aseguró una chamba cuando el «Rigoñas» se alzó como el mero mero petatero de la ya no tan provinciana Tláhuac… Pero mi dueña, ¿dónde estará?... Esa mujer, con sus pláticas, al cabo, me entretiene alguna vez, suspiró el moreno… Porque buena para cuentearse al prójimo, léase el apocado «Rigoñas», la «Maruja» no tuvo problema para convencerlo de que ella podía serle útil como sheriffa particular a fin de resolverle toditos sus problemas… Para ello, recurrió a su añeja táctica, esa que venía poniendo en práctica desde sus días con Gilberto como delegado, consistente en detectar aquellos asuntos torcidos desde las áreas del Jurídico o de Finanzas de la administración pública –como por ejemplo los relacionados a clausuras abusivas, recursos etiquetados, chanchuyos, extorsiones, diezmos o si de verdad el «Rigoñas» se llevaba de a cuartos con el mentado «Ojos», verdadero mandamás detrás del escritorio del delegado morenista, o si era cierto que había cambiado de cuaderno de rayas y ahora se llevaba de piquete de ojos con el primo– y después filtrar los asuntos escabrosos a sus operadores externos… Para que luego, estos operadores, camuflados en identidades ciudadanas, ingresaran solicitudes de información a la administración del «Rigoñas» haciéndose pasar por vecinos quisquillosos, con cuestionamientos que le cerraban el gaznate al más pintado de los delegados, además de fruncirles la conciencia y hacerlos que pasaran saliva amarga con harta dificultad, para que al final de cuentas y tras de la consabida imploración del delegánster cual ochentera comedia de Televisa con aquello del ¿y ahora quién podrá ayudarme?, apareciera en escena, pero sin dar brincos con disfraz de Chapulín Colorado, sino como la heroína Hermelinda Linda de la celebérrima historieta setentera (y que Chachita Muñoz personificó en el cine), la letal «Maruja» dispuesta a apaciguar la presunta jauría de preguntones indiscretos para librarlo de peligros y maledicencias, e indicarle a sus canchanchanes con un estruendoso ¡chitón, bellacos!, que se fueran a moler a otra parte… Así que tras de haber ahuyentado a los presuntos inquisidores y quedar ante el «Rigoñas» como su salvadora y escuchar de la anémica voz de éste aquello de «eres la héroe de la película, mamá», para acabar fumándose un churro de puritito gusto, «Maruja» exclamó: Y no sé por qué al decirme, que podría acontecer, que se acelerase el día, de mi profesión, temblé, y sentí del corazón, acelerarse el vaivén, y teñírseme el semblante, de amarilla palidez… Por eso aún es fecha, que ni para cuando acabar, que del primer piso del añoso edificio público central, salgan empleados pachecos, una vez concluida su jornada laboral, a causa de que los hornazos ahí se ponen de a peso, sobre todo en el corredor que va del claustro del «Rigoñas» hasta la trinchera de comunicación social y relaciones impúdicas –donde deambulan los otros troles del doctor Kanek, el mismo que urdió aquel foro axolotl para patrocinio y lucimiento del tristemente célebre «dipuporno» Escamilla, y de cuyo sombrío relato lo dejaremos para próxima ocasión, toda vez que como dijo la Nana Goya, esa es otra historia–, a causa del olor a petate y a Marlboro adulterado que se percibe en el ambiente… De ahí pues los rumores que circundan la delegación, acerca de que la infame «Maruja» mantiene al «Rigoñas» como entoloachado a causa de hacerlo ingerir algún brebaje maligno, porque lo tiene comiendo maicito de su mano, aunque para ser sinceros de un tiempo a la fecha a esa especie de Hermelinda rediviva de la gestión delegacional en Tlahuita la bella, como que se le ha reventado la bilis por aquello de que nomás no ha podido silenciar los señalamientos y denuncias contra las corruptelas del «Rigoñas» de dos periodistas de la región (Armando Ramírez y Sergio Rojas), por más que de su perturbada sesera ha espetado patrañas perniciosas inventándoles desviaciones de conducta y propensiones funestas –al no tener en los hechos de qué realmente acusarlos–, que no son otra cosa que calenturientas maquinaciones que sólo divulga a través de su larga lista de troles en Facebook, y que no son más que remedos de espantapájaros con identidades falsas, a los que recurre para lanzar su ponzoña debido a la cobardía que la acomete y la estremece ese frenesí maniático que la perfila, al no poder dar la cara, de frente, con la cola limpia… Es así como a la «Maruja» termina por exhibirla ese endemoniado ser que lleva dentro, y que la muestra como el ente pérfido y siniestro que ha sobrevivido como espectro fantasmagórico en sucesivas administraciones públicas de Tláhuac a través de los años, al suponer en su trastrocamiento que ambos comunicadores serían de su misma condición de mercenaria y que con sus denuncias sólo andarían en busca del chayote y el embute para hablar bien de su jefe, como lo hace ella con quienes ejercen el periodismo sin vocación ni pasión. De ahí que al primero, además de satanizarlo inventándole jefes por doquier nada más porque como periodista platica con cualquier actor de la grilla politiquera se le ponga enfrente, por haber nacido en una hermana nación centroamericana, largue todas sus obcecaciones al suponer –¡hágame usted favor!, coherente y sensato lector, lectora– que con machacarle en los textos que pone en las páginas de sus troles la condición de guatemalteco que como primera nacionalidad tiene –verbigracia del delirium tremens constante y retorcido de «Maruja»–, tan sólo por consignar en sus notas periodísticas tanto extravíos como visos de corrupción de la administración delegacional donde ésta cobra por reptar, con eso conseguirá desprestigiar al comunicador y defender lo indefendible del desacreditado «Rigoñas»… Mientras que al segundo la malvada aludida le urdió calumnias que placentera subió a las páginas de sus trolecitos, pero no conforme con eso y para que sus dichos viperinos y viboreznos tuvieran mayor repercusión, la infausta «Maruja» quiso presionar a personas que laboraban en la administración delegacional del «Rigoñas» para que retomaran los embustes y diatribas que ella misma había escrito contra el director de la revista Nosotros y los pusieran en sus correspondientes páginas de Facebook, a fin de que se viera que no solamente eran troles los que le hacían segunda, pero al negarse rotundamente a acceder a sus instrucciones y decirle que no se prestarían a sus siniestras pretensiones, «Maruja» acabó por desquiciarse (¡¿más?!) y solicitó el apoyo del «Rigoñas» para que ipso facto diera su anuencia a fin de que fueran puestas a disposición de personal o, de plano, si cabía el caso por su condición laboral, las despidieran de la administración… Habrá que ver si los puntillosos fiscales de la Conapred, tan proclives para aprovechar las luminarias mediáticas que les da condenar futilidades como los gritos de ¡eeeeeh, pu…! en los estadios de futbol mexicanos, están dispuestos a aplicarse en Tláhuac para constatar la xenofobia de la «Maruja» que arroja a través de sus troles, porque de probarse que dichas identidades falsas son operados desde el interior del edificio local de una administración pública, en este caso la de Tláhuac, habría las pruebas suficientes para fincar responsabilidades a la del morenista del «Rigoñas», por violar las leyes contra la discriminación, lo que acabaría por complicársele al delegado de marras quien ya tiene bastantes dudas qué despejar… Fantasmas desvaneceos; su fe nos salvaSólo en vida más pura los justos comprenderán… Finalmente resulta, para colmo de sus males, que como lo hace la «Maruja» con sus operadores camuflados en vecinos de Tláhuac, sucedió que en días pasados un ciudadano que ante la oficina de información pública del «Rigoñas» se identificó como «Plátano vengador», pidió que se le informara si a los funcioñeros –personal de estructura, pues– de la administración morenista de Tlahuita la bella se les habían hecho exámenes psicológicos antes del inicio de la gestión, para constatar que su estado mental estuviera normal, pero de manera especial preguntó que en caso de haberse realizado le dijeran si la «Maruja Barbaján» los había aprobado, por lo que cuentan quienes presenciaron aquel fatídico pasaje en el edificio delegacional, que «Maruja» perdió los estribos y como desquiciada comenzó a arrancarse los cabellos mientras profería maldiciones en contra de aquel «Plátano vengador» que la había sacado de sus casillas, haciéndola vomitar pastosa y hedionda sustancia verde, porque la histeria la invadió tras de descubrir que preguntaban específicamente por la condición de su salud mental… ¡Ah, por doquiera que fui, la razón atropellé, la virtud escarnecí, y a la justicia burlé. Y emponzoñé cuanto vi, y a las cabañas bajé, y a los palacios subí, y a los claustros escalé; y pues tal mi vida fue, no, no hay perdón para mi... Eh, aquí, pues, que la historia de la «Maruja» aún tiene mucho por dar, y que aquí mientras tanto, en los días subsecuentes habremos de reseñar. Guarézcanse pues los lectores de tan satánico ser, que en Tláhuac con su lengua viperina torrentes de ponzoña terminará por esparcir, al menos, claro está, mientras al disoluto «Rigoñas» lo tenga a su merced y mientras el plazo de éste en la delegación llegue a expirar… He dicho y consignado está.

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