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Cada 40 segundos una persona en alguna parte del
mundo se suicida, debido a que en el 90 por ciento de los casos no recibió
tratamiento para trastornos mentales derivados de problemas personales,
laborales, económicos o condiciones de salud mental como depresión,
esquizofrenia y abuso de sustancias tóxicas –drogas y alcohol–.
Estudios realizados por investigadores
de España y México estiman que 80 por ciento de los suicidios consumados
presenta un cuadro depresivo, y de acuerdo con estimaciones de la
Organización Mundial de la Salud (oms)
las tasas de suicidio han aumentado en 60 por ciento en los últimos 50 años.
A decir de Alejandro Molina López, responsable del
Servicio de Atención Continua en el Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón
de la Fuente Muñiz (inprfm), el
suicidio es un problema de salud pública y social y quienes recurren a él lo
hacen por una mala interacción con la sociedad, abandonan a ésta que no pudo
brindarles protección, de ahí que el suicidio sea una interacción coartada
entre una sociedad que debió proteger a quienes cometieron suicidio consumado,
señaló
Estimaciones de la OMS refieren que cerca de 40
por ciento de la población mundial vive con depresión, pero son las mujeres
quienes presentan mayor prevalencia de síntomas asociados a la enfermedad en
comparación con los hombres.
De acuerdo con el psiquiatra, una persona
vulnerable con resiliencia deficiente
y poca adaptación puede intentar suicidarse ante una situación menor como
sería reprobar un examen. «En
contraparte, una persona resiliente que se enfrenta a un estresor mayor –como
la muerte de un ser querido– y que tiene una capacidad de adaptación, red de
apoyo familiar, acceso oportuno a los servicios de salud y una buena fortaleza
interna y biológica, no decide suicidarse».
La resiliencia, según define la Asociación
Americana de Psicología, es la capacidad que tiene una persona para superar
circunstancias traumáticas, y que se adquiere desde la infancia. Estudios
demuestran que uno de los factores más importantes en la resiliencia es tener
relaciones de cariño y apoyo dentro y fuera de la familia.
Suicidas mexicanos
En México, los epidemiólogos han reportado un
aumento en las muertes por suicidio en las últimas cinco décadas y una variación
del fenómeno. Mientras que en la década de los setenta el suicidio era
considerado un fenómeno frecuente en adultos mayores, con el transcurso del
tiempo estudios en diferentes países indican incrementos importantes en
jóvenes menores de 35 años y en adolescentes.
El Instituto Nacional de Salud Pública (insp) documenta que en 2015 hubo
seis mil 425 suicidios en México, de los cuales 10.5 por ciento (674) tenía
entre 10 y 17 años de edad, 58.8 por ciento (396) de esos casos fueron varones
y 41.2 por ciento (278) fueron mujeres. De acuerdo con el
INSP, el mayor número de suicidios ocurrió entre los hombres, ya
que hubo 3.2 suicidios por cada 100 mil, mientras que en las mujeres la tasa
es de 1.8 suicidios por cada 100 mil.
Cuando los medios de comunicación informan una
muerte por suicidio, por lo general, la víctima es un varón, y pareciera que
el suicidio ha adquirido un rostro masculino, y las estadísticas lo
confirman: ocho por cada 100 mil hombres fallecieron por lesiones
autoinfligidas en 2015, mientras que dos por cada 100 mil mujeres decidieron
quitarse la vida.
Son las mujeres quienes realizan más intentos de
suicidio, pero los varones utilizan métodos más drásticos para morir, en
comparación con las mujeres, de ahí que la tasa de muerte por esta causa sea
más elevada en este grupo poblacional. La conducta suicida no distingue
géneros, y aunque los varones son quienes más mueren por suicidio, este
patrón está cambiando porque las mujeres están imitando métodos frecuentemente
utilizados por ellos.
«En
los últimos años, la frecuencia de las muertes por suicidio incrementa a un
ritmo más rápido en ambos géneros. Los hombres siguen con mayor tasa de suicidios
consumados, pero los casos en mujeres están aumentando a un ritmo mucho más
rápido», dijo.
Para el especialista, la consumación del suicidio
es sólo el resultado de un problema mayor que requiere el abordaje desde el
punto de vista comunitario, social, legislativo y del sector salud: la
conducta suicida.
De acuerdo con el doctor Guilherme Borges, quien ha realizado
investigaciones sobre el proceso suicida en México, las personas no intentan
suicidarse sólo una vez en el trascurso de la vida. «A medida que la persona tiene más ideación, pensamientos y actos
de suicidio, hay más probabilidad de que tenga un nuevo intento en el futuro
próximo, y que este sea más cercano a lo letal. Cada intento tiene la posibilidad
de resultar en la muerte o en una lesión física de primera magnitud, que
causa un gran sufrimiento psicológico en el individuo y en los familiares», indicó.
¿Por qué aumenta el fenómeno del suicidio?
En opinión de Molina López, en México hacen falta
programas para la detección y prevención oportuna de conductas suicidas.
Actualmente los pacientes reciben una intervención cuando llegan al servicio
de urgencias. «El proceso
empieza mucho antes y no detectar es lo que genera un avance en el proceso
del suicidio y lo detectemos en etapas muy avanzadas o con la consumación del
proceso. Pensamos que el problema del suicidio es la consumación del acto,
pero en realidad el problema viene desde mucho antes», observó.
La principal teoría sobre el aumento de casos de
suicidio, precisó, es la falta de una detección oportuna, además de que convergen
diversos factores.
Desde un enfoque sociológico, el ritmo de vida, la
presión social y la burocratización han llevado a un aumento de los
trastornos de ansiedad. Las situaciones de estrés crónico conllevan, a largo
plazo, al desarrollo de trastornos mentales, principalmente depresión y
consumo de sustancias y, como consecuencia, un fenómeno termina favoreciendo
el suicidio. La estabilidad y cohesión familiar constituyen una mayor
protección ante la depresión y los intentos de suicidio.
«El
suicidio es un problema sociológico, pese a que se atañe exclusivamente al sector
salud; cuando hay vínculos sociales estables dentro de una sociedad, los
riesgos de cometer suicidio podrían ser menores», puntualizó.
La imagen negativa, el estigma y los mitos que la
sociedad tiene de las personas con problemas de salud mental continúa siendo
una barrera para que estas expresen su situación y busquen la ayuda de un
profesional. Menos de 10 por ciento de los pacientes a nivel nacional
con algún trastorno mental recibe atención, en parte por el estigma, aunque
no se deja de lado otros problemas que dificultan el acceso a la atención. En
el primer término, las recomendaciones de los especialistas versan en sensibilizar
a la sociedad en el tema de la salud mental.
El estigma de que quien visita al psicólogo «está
loco»
María Elena Medina-Mora, una de las figuras
reconocidas a nivel nacional e internacional en el ámbito de la epidemiología
de la adicción a drogas y la salud mental, ha documentado en sus
investigaciones la brecha de atención que existe en los pacientes que
requieren de la ayuda de un profesional. En México, menos de 20 por ciento de
quienes presentan un trastorno afectivo busca algún tipo de ayuda, y quienes
lo hacen tardan entre ocho y 14 años en llegar a un tratamiento especializado.
Son muchos los factores que intervienen en
la búsqueda de ayuda, pero el estigma se ubica entre los
principales. Para el doctor Alejandro Molina, entre la población es
común la creencia de que una visita con el psicólogo o psiquiatra es sinónimo
de enloquecimiento, se piensa que se ha perdido el juicio o se está
perturbado, cuando en realidad, acudir a terapia sirve para cambiar desde un
pequeño hábito, o bien solucionar un problema conductual o emocional que está
afectando al individuo.
«Las
personas podemos dudar o creer que no necesitamos acudir con un especialista.
El estigma podría explicar el porqué las personas se suicidan antes de pedir
ayuda. Somos víctimas del estigma en salud mental», apuntó.
Más capacitación en el sector salud
El estigma que envuelve al fenómeno de suicidio no
es ajeno al sector salud. Hoy aún existe la creencia de que el tema de la
salud mental es solo materia para los psicólogos y psiquiatras. «En la prevención de suicidios
se responsabiliza exclusivamente a los hospitales psiquiátricos, cuando
en realidad debería ser un tema para todos los niveles de atención, incluso
en la medicina comunitaria y familiar»,
precisó Molina López.
En México no existe una distribución uniforme de
los especialistas en psiquiatría. Sesenta por ciento de los psiquiatras que
hay en el país ejerce en las zonas urbanas de Jalisco, Nuevo León y Ciudad de
México, esto de acuerdo con un artículo publicado en 2016 en
la revista Salud Mental.
Estados como Chihuahua y Quintana Roo,
donde hay una población de más de tres millones 500 mil y un millón 500 mil
habitantes, respectivamente, presentaron mayores tasas de suicidio en
2015. En 2016, estas dos entidades tenían solo 50 y 19 psiquiatras,
respectivamente.
La propuesta de un grupo de investigadores
del INPRFM es compartir la responsabilidad en la atención del suicidio al
primer nivel de atención en hospitales generales de México, a través de la
capacitación del personal en temas de salud mental y conductas de riesgo.
Muchas veces el personal se enfrenta a personas
con conductas suicidas sin conocimiento teórico, y menos práctico. Aun en la
medicina hablar del suicidio sigue siendo un tabú, porque no hay un programa
académico oficial que incluya la suicidología
y la tanatología. Son temas que deberían estar en los programas básicos de
las carreras en medicina, trabajo social, enfermería, aseveró Molina.
La falta de profesionales capacitados en la
atención de conductas suicidas puede generar manifestaciones de enojo y falta
de empatía en los médicos que en algunos casos estarían lejos de ayudar al
paciente.
«Lamentablemente
estamos ante un sistema que no está preparado desde el punto de vista de
capacitación y procesos para contener todo el fenómeno. Hay que quitar esa
idea de que los hospitales psiquiátricos son los responsables de dar atención
al tema del suicidio. Esto debe abordarse desde el pensamiento o ideación
suicida para lograr la prevención»,
expresó.
Algunos estudios revelan que 75 por ciento de las
personas que consumaron suicidio estuvo en contacto con un servicio de salud
de primer nivel en el año previo. Otra cantidad considerable (45 por ciento)
lo estuvo un mes antes de morir por esta causa.
La detección de una persona con conductas suicidas
y la incorporación de un abordaje multidisciplinario (enfermeras, psicólogos,
trabajo social, etcétera) ayudaría a disminuir las muertes por suicidio, dijo.
Resignificar la muerte
Para Patricia Guadalupe Villagómez Zavala,
especialista en psicología y académica de la Universidad de Guadalajara
(UdeG), el suicidio es un eco que llega a mover fibras sensibles en la
familia o amigos. Cuando ocurre una muerte por esta causa, alrededor de cinco
o seis personas resultan afectadas, dijo. Un factor de riesgo importante en
el suicidio es el duelo o pérdida traumática reciente, y al tratarse de un tema
delicado, complejo y estigmatizado, los familiares que cursan con un evento
de este tipo evitarían hablar del tema.
Hablar de muerte es un tabú, y la forma en cómo
sucedió es el elemento más doloroso que no siempre es comprendido por la
sociedad. «El tema del suicidio
se juzga y se menosprecia», asentó.
Fuente: Conacyt
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