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El 24 de abril de 2007 fue aprobada
la interrupción legal del embarazo en la Ciudad de México —entonces
Distrito Federal— y a partir de ese momento hasta el seis de junio de 2018,
la Secretaría de Salud de la Ciudad de México reporta haber atendido a 196
mil 375 usuarias.
La aprobación corrió a
cargo de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF), que estipuló a
través del Código Penal —artículos 144 y 147— que la interrupción del
embarazo se considera legal hasta los tres meses —12 semanas de gestación— y
se excluyó de acción penal el aborto que se practique superadas las 12
semanas cuando el embarazo sea producto de una violación, ponga en riesgo la
vida de la mujer y cuando se compruebe que pueda causar daños físicos o
psíquicos.
Entre tanto, las modificaciones realizadas a la Ley de Salud local
facultan a las instituciones de salud de la Ciudad de México a realizar el
aborto legal de manera gratuita a las mujeres que así lo decidan cuando la
solicitud se realice antes de las 12 semanas de embarazo o en las excepciones
mencionadas.
A la par del reto que implica brindar atención al elevado número de mujeres
que demandan el servicio y de darles seguimiento médico para evitar
complicaciones, otro reto es la salud mental de las mujeres que interrumpieron
su embarazo.
Hasta el día de hoy no existe evidencia científica en ningún lugar del
mundo que demuestre que interrumpir un embarazo en condiciones seguras y
legales se asocie con síntomas depresivos o ansiosos. Por el contrario,
algunos estudios han reportado que las mujeres pueden sentirse aliviadas y
satisfechas con esta decisión.
El síndrome postaborto
En México, la doctora Luciana Ramos Lira, investigadora adscrita a la Dirección
de Investigaciones Epidemiológicas y Psicosociales del Instituto Nacional de
Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz,
lleva a cabo un estudio con el objetivo de determinar si el aborto es un
factor asociado con la presencia de sintomatología depresiva y ansiosa en
mujeres que realizaron una interrupción legal del embarazo en la Ciudad de
México.
«A nivel mundial ya se discute acerca de lo que pasa con la salud
mental de las mujeres que interrumpen un embarazo y algunos investigadores
afirman que las mujeres que lo hacen se verán afectadas mentalmente y
desarrollarán un llamado síndrome postaborto —parecido al estrés postraumático—,
pero los estudios en que se sostiene esta hipótesis han sido criticados por
tener muchos problemas metodológicos. En México, la investigación en torno a
este problema aún se encuentra en una etapa temprana, considerando que la
despenalización es muy reciente y solo aplica en la Ciudad de México», dijo.
En ese contexto, Ramos Lira ha puesto minucioso cuidado metodológico y,
en una primera etapa, su equipo de trabajo realizó la búsqueda y el diseño de
los instrumentos y escalas más adecuados para entrevistar a las mujeres sobre
el tema en los servicios de salud.
En vista de que no existen instrumentos o existen muy pocos adaptados
sobre las variables relevantes para la población de interés, el proceso de
revisión, selección o construcción de estos requirieron gran esfuerzo conceptual
y técnico. Por ejemplo, ¿cómo medir qué tanto las mujeres deseaban estar
embarazadas?, o ¿qué estrategias ponen en marcha para lidiar con el estrés
que causa un embarazo no intencional?
«Realizamos un primer estudio piloto en una clínica de interrupción legal
del embarazo, en el cual participaron 114 mujeres; la mayoría se encontraba
muy satisfecha por realizar el procedimiento —aunque esto no significa que tomar
la decisión les resultó fácil—, debido a que esas mujeres tenían muy claro lo
que no querían. Por ejemplo: exponer a sus hijos a carencias económicas o no
tener condiciones mínimas para la crianza de otros hijos o interrumpir su
desarrollo laboral o educativo».
Los resultados obtenidos muestran que no existe una relación directa entre
la interrupción del embarazo y experimentar síntomas de depresión. Lo que sí
existe es una asociación entre las condiciones psicosociales en que se lleva
a cabo dicha interrupción y el malestar que algunas mujeres pueden
experimentar después.
«Por ejemplo, muchas veces las mujeres que presentan síntomas de depresión
posterior a la interrupción del embarazo ya presentaban síntomas de depresión
antes de estar embarazadas, o aquellas que se ven más afectadas son quienes
tienen mayores creencias estigmatizadoras acerca del aborto», indicó.
El estigma del aborto
De las mujeres entrevistadas en el estudio, una cuarta parte (26.3 por
ciento) presentó síntomas de depresión una semana después de haber realizado
la interrupción del embarazo —una proporción similar a la de otras investigaciones
internacionales con mujeres que realizaron un aborto legal y a la de mujeres
mexicanas embarazadas—. Además, en el estudio se encontró que los principales
factores que aumentan la probabilidad de presentar síntomas depresivos
después de la ILE son el estigma alrededor del aborto y la salud mental
previa de las mujeres.
«Lo que identificamos es que las mujeres no se deprimen por el hecho de
abortar, porque suelen estar aliviadas luego de la interrupción del embarazo;
sin embargo, a algunas les pesa el estigma que existe en torno a esta decisión
(…) Sobre todo cuando piensan en el juicio negativo que otras personas importantes
pudieran llevar a cabo si se enteran», aseguró la especialista.
En cuanto a la salud mental previa, la investigación reportó que si las
mujeres tenían antecedentes personales de depresión, la probabilidad de
presentar sintomatología depresiva era más elevada en comparación con quienes
no tenían esos antecedentes.
«Lo reportado en la literatura internacional muestra que entre los factores
que pueden asociarse tanto con la depresión como con los embarazos no
deseados destaca la violencia de género en muchas de sus expresiones, como el
abuso sexual infantil y la violencia de pareja, las cuales exploraremos en el
estudio».
Ansiedad y depresión
La investigación se encuentra actualmente en una segunda fase, cuyo objetivo
es comparar tanto la sintomatología depresiva y ansiosa, como los factores
psicosociales más relevantes entre quienes interrumpen un embarazo y quienes
lo continúan. Por ello, en esta fase se aplicarán nuevas entrevistas con
mujeres embarazadas y mujeres que realizaron una interrupción del embarazo.
«Lo que queremos es comparar qué sucede con las mujeres que realizan la
interrupción legal del embarazo con aquellas que no lo hacen. Nosotras
suponemos que no necesariamente la depresión y la ansiedad de las mujeres que
abortan será más frecuente que la de quienes continúan el embarazo», precisó.
En ese contexto, la doctora refirió que la hipótesis de que el síndrome
postaborto es producto directo de la interrupción del embarazo es errónea
porque se atribuyen dichos síntomas al aborto, cuando en realidad existen
otros aspectos relevantes que podrían configurarse como variables confusoras
o moderadoras de esta relación. Estos factores relevantes han sido incluidos
en el diseño del estudio con el propósito de contribuir a desentrañar estas
complejas relaciones.
«Hasta el momento no contamos en México con una investigación de corte
epidemiológico (sí cualitativa) en torno al tema, y el reto del estudio radica
en eso, en la aplicación de una metodología científica que nos permita
responder si existe o no un impacto del aborto en la salud mental de las
mujeres que practican una interrupción del embarazo y qué papel juegan los factores
psicosociales de interés», observó.
Fuente: Conacyt
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