Mercado Sobre Ruedas
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La obra –editada por la
UACM– se presentó en el Salón de la Academia de Ingeniería, en el marco de Feria
Internacional del Libro del Palacio de Minería, donde refirió que en el texto
sostiene la tesis que los feminicidios ocurridos en aquella ciudad de
Chihuahua inauguraron en el país «otra etapa de violencia desencarnada y
horror cotidiano».
Dijo que lleva 15 años
de trabajo e investigación en el tema de género y pensó que difundiendo la
información y creando colectivos se podría revertir el problema de la
violencia y los feminicidios, pero «tristemente no es así y el problema nos
ha rebasado», apuntó, para subrayar que el texto «nació del sentimiento de
indignación e impotencia».
«Se cree que la
violencia está fuera de nosotros, que se trata del ladrón, el sicario, pero está
entre nosotros y nos atraviesa a todos y a veces reproducimos lo mismo», indicó,
por lo que pidió a los jóvenes, principalmente, reflexionar acerca del tema.
Por su parte, la doctora
Lucía Melgar Palacios, crítica de cultura e investigadora en estudios de
género, manifestó que el libro cruza el sentido político con el compromiso académico,
centrado en la realidad del feminicidio y examina las imágenes con las que se
representa este crimen, desde una perspectiva crítica cultural feminista.
«El libro presenta
muchas preguntas y sugiere respuestas. Nos hace preguntarnos por qué esas
imágenes que primero nos horrorizaron se han normalizado; es una pregunta
básica que nos remite no sólo a la normalización de la violencia extrema en
nuestro país, sino a la tolerancia social hacia a esta violencia», observó.
De igual forma, en la
obra se formulan las preguntas de qué es y qué significa un feminicidio en un
sistema patriarcal de desigualdad estructural de género, cómo se puede
representar un feminicidio y qué nos dicen esas formas en que se representa,
comentó.
El texto consta de
cuatro capítulos, en el primero la autora habla sobre la mirada del
feminicidio, relacionada con el mundo visual que se ha creado sobre el mismo,
con imágenes de mujeres tiradas en el piso o terrenos baldíos y semidesnudas.
«Cuestiona por qué se
tiende a representar el cuerpo femenino tirado en el suelo –abundó–duplicando
la subordinación y basurización que
implica el que se haya desechado en el espacio público. Los que miran ese
cuerpo de pie, como peritos e investigadores que están vestidos, en contraste
al cuerpo de la mujer semidesnuda, expuesta, basta para darnos cuenta de las
relaciones de poder que están reproduciendo las imágenes, porque ninguna
mirada es casual, debido a que quien fotografía está decidiendo que eso es
representativo del feminicidio, que eso nos dice algo acerca de la violencia
que padeció esa mujer y también deja fuera el contexto», añadió Lucía Melgar.
Aseguró que con dichas
imágenes se espectaculariza la
muerte, al tiempo que se naturaliza la violencia a través de fotografías que
se han mostrado a través del tiempo y que ahora también se reproducen en los
cuerpos masculinos torturados o colgados.
En el capítulo «Encuadre
del patriarcado», la autora se refiere a la idea de cómo se encuadra una
imagen y cómo se clasifica conceptualmente desde el patriarcado, donde el
cuerpo femenino, tirado en el piso, en la basura o en el espacio público, simbólicamente
no solo es subordinado, sino derrotado, «lo que nos lleva a cuestionar la
femineidad subordinada, por qué nos educan a las mujeres para aceptar la
subordinación y la normalización de la violencia masculina», subrayó Melgar
Palacios.
Finalmente, la académica
mencionó que en el texto la autora rescata la creación de un discurso alternativo,
como las cruces rosas, los bordados por la paz, los murales en Ciudad Juárez
representando los rostros de las mujeres
asesinadas, toda una serie de símbolos que nos remiten al feminicidio,
pero que no representan esa violencia, sino la conmemoración de la vida de la
mujer, la denuncia de su asesinato y que haya memoria alternativa del
feminicidio.
En la presentación de Una mirada al feminicidio también
participó Adriana González Mateos, profesora investigadora de la UACM, quien
fustigó las negligencias e inercias de instituciones como el sistema
judicial, «porque el feminicidio sucede y se repite en el marco de la cultura
patriarcal, donde hay descuidos para el registro de la escena del crimen y
las evidencias se pierden».
Reconoció el trabajo de
las mujeres que exigen justicia y buscan otras maneras de representarnos,
porque al hacerlo «preservan y reparan la memoria de la víctima, pero también
colaboran en la construcción de una realidad menos hostil para todas».
Asimismo, se pronunció
por presionar a las distintas instancias universitarias para establecer
mecanismos educativos y normativos contra la violencia machista.
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