 | Aspecto de la torre fracturada en fotografía de Ricardo Vitela, de Excélsior |
Vecinos de la Unidad Habitacional Zacatenco del pueblo de San
Francisco Tlaltenco en la Alcaldía Tláhuac, colindante con el
antiguo restaurante que da nombre a ese lugar («Paso Conejo»), denunciaron al
diario Excélsior que «viven con
temor de que en cualquier momento colapse uno de los cuatro edificios del conjunto habitacional contiguo, Nueva Tenochtitlan, debido a que presenta daño estructural.
La Unidad Habitacional Nueva Tenochtitlan fue construida en 1995,
durante la gestión de Alejandro Ordorica –quien siempre dijo ser sólo
«simpatizante» del partido del sol azteca–, como delegado de Tláhuac, e inaugurado en septiembre de 1996, tras
las gestiones realizadas en el gobierno central y local por el matrimonio
Dolores Padierna-René Bejarano, dirigentes de la agrupación adherente al Partido
de la Revolución Democrática. Ubicado en el número 6783 de Avenida Tláhuac en la Colonia Las Puertas, fue inaugurado por la Unión Popular Nueva Tenochtitlan, fueron cuatro torres de 45 departamentos cada una, construidas en un terreno fangoso de 2 mil metros cuadrados, pero meses después de la entrega de las viviendas se presentaron las primeras fallas estructurales.
Debido a las prisas con las que fue construida y a la
suplantación de los estudios pertinentes con respecto a estudios del suelo, y
sobre todo por las influencias de las figuras políticas preponderantes del
perredismo en la capital del país, el edificio en cuestión comenzó a sufrir
cuarteaduras, las cuales se agravaron con el temblor de septiembre de 1985.
Como consecuencia, el edificio tuvo que ser desalojado el miércoles 28 de octubre de 2009 contra la voluntad de quienes habitaban los departamentos, y sus moradores fueron enviados a otra de las unidades que la Unión Popular Nueva Tenochtitlan tiene en otras demarcaciones de la ciudad. En tanto que en San Francisco Tlaltenco, quienes moran en los
otros tres edificios del conjunto habitacional debieron aguantar a pie firme y
vivir con la incertidumbre de que el edificio cuarteado (evidentemente que también por la
corrupción) no se les fuera a venir encima o, también, que alguno de las
otras torres fuera a sucumbir por el reblandecimiento del subsuelo.
El caso es que desde que surgió a la luz nuestra publicación, la Revista
de Reflexión y Difusión Nosotros, en febrero de 1997, esto es, hace 28
años, comenzamos a denunciar el hecho de que el edificio de cinco niveles no
fuera derruido por el gobierno capitalino en turno. Sin embargo, las
denuncias de vecinos en el sentido de derrumbar la torre siniestrada, jamás han sido escuchadas por la autoridad.
Según vecinos aledaños al edificio colapsado, por años han reportado esa
situación a las autoridades –tanto
locales como del gobierno capitalino–, pero al parecer hay un individuo al interior del conjunto habitacional Nueva Tenochtitlan –por cierto, con
estrechas ligas al también
llamado «señor de las ligas», René Bejarano–, quien se encarga de manipular las denuncias y
evitar, con las influencias de este celebérrimo figurón de la grilla
politiqueril del ahora partido Morena, que al edificio nadie le meta
mano ni se le investigue a su agrupación.
Quizá porque vea la torre como un monumento a la corrupción que caracterizó
de sobremanera al perredismo en la Ciudad de México mientras los vientos políticos soplaron a su favor.
A decir de un vecino del conjunto habitacional Nueva Tenochtitlan, «tendrá como 10 o 12 años
que empezaron las fracturas», pero no es así, las fracturas, como ya anotamos, comenzaron a surgir a pocos merses de que los departamentos fueron entregados y, eso sí, dichas fracturas se han acentuado con los temblores.
Tal vez para la familia Padierna-Bejarano el edificio agrietado y a
punto de colapsar, tenga algún significado muy especial, como es el de
representar lo que el destino ha significado para el «señor de
las ligas», por aquello de que luego de ser ingenuamente sorprendido y grabado en un video
por el empresario argentino Carlos Ahumada en su residencia de San Ángel,
recibiendo gruesos fajos de billetes en marzo de 2004 –hace casi 21 años–, fue desterrado de todo cargo
público por Andrés Manuel López, y a partir de entonces el hombre se
ha doblado, ciertamente, pero se ha resistido a caer por aquello de no ser más una figura pública.
Sería tiempo de que la alcaldesa de Tláhuac, Berenice Hernández,
empiece a ver esa situación sin temor ni consideración por la pareja que
vivió y disfrutó de los presupuestos públicos durante décadas, para abocarse
a gestionar la demolición del edificio, antes de que ahí ocurra una desgracia, como preveen los vecinos, de
fatales consecuencias. ¡Cosas veredes, lector, lectora, en esta urbe
capitalina, donde los mediocres y resentidos sueltan epítetos a través de
las benditas redes sociales contra la libertad de expresión nuestra, como parte de su
frustración por no tener un hueso que roer!
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