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El hombre aquel como de
35 años se acomodó en la casilla para sufragar, lo acompañaba su hijo como de
10 años, quien con la curiosidad innata de su edad hizo a un lado la cortina
de plástico para ver lo que su progenitor iba a hacer ahí, después de un par
de minutos y con esa naturalidad característica de los niños exclamó de
pronto:
—¡¿Y por esto nos van a
dar mil pesos?!
El papá de inmediato miró
de reojo hacia afuera de la casilla por un espacio que dejaba la cortina y el
plástico, en busca de ver si alguien más había podido escuchar lo dicho por
el niño, encontrándose con mi mirada porque a escasos tres metros yo me
encontraba y pude escuchar muy bien la exclamación del menor. No dije nada, simplemente
moví la cabeza de un lado a otro en señal de desaprobación y continué con mi
trabajo de cotejar cada credencial de elector con la lista nominal.
Eso sucedió en la
casilla 3639 contigua 1 ubicada en Calle Golfo de los Iris en la Colonia
Selene, donde fungí como primer secretario y porque mi objetivo al aceptar la
invitación del INE fue ver si en una elección se daba el fraude y cómo, pero
no, al menos ahí no hubo relleno de urnas ni robo de boletas ni irregular
conteo de votos, como tanto había escuchado decir de gente comprometida con
algún partido político. Lo único que vi y escuché fue al niño que evidenció
la mezquina actitud de su padre, además de cinco disparos de flash de
teléfono celular cuyo destello salió de la misma casilla portátil durante la
jornada.
Sin embargo, gracias a
los testimonios de mis vecinos que acudieron a votar pude saber que en la
fila hubo uno que pidió a un conocido que le prestara su teléfono celular
para tomar la foto de la boleta electoral y con ello ganarse mil 500 pesos
que le darían a la salida.
También supe que afuera
de la casa donde fue habilitada la casilla 3639, contigua uno y contigua dos,
rondó un par de individuos compra votos quienes sin ningún pudor ofrecieron
una buena paga a quien les demostrara que al salir de la casilla habían
votado por quien ellos le indicaran, como por ejemplo los candidatos de
Morena.
Y ciertamente, al final
de la jornada, ese partido literalmente barrió hasta tres por uno a sus
oponentes, tanto para la Presidencia de la República como para la Jefatura de
Gobierno y la correspondiente a la alcaldía de Tláhuac. Sólo así se explica
que los morenos en esa delegación hayan retenido el feudo después de todas las penurias que la población pasó durante
la gestión de Rigoberto Salgado como delegado.
Además de que los mismos
morenos, incluido el ganador de la elección –de acuerdo con testimonios de
primera mano– habían estado anunciando a sus allegados incluso desde fines
del año pasado que su permanencia en Tláhuac ya había sido negociada por las
cúpulas partidistas, por lo que tenían asegurados otros tres años más en la
jefatura delegacional o próxima alcaldía.
Sin embargo, como era
tanto el rechazo que había en la población contra los morenos por el
escenario de narcoterror que habían solapado y consentido por su inacción en
Tláhuac, con la consiguiente cuota de robos, asaltos y extorsiones, con
seguridad que eso fue determinante para que con el fin de evitar cualquier
sorpresa decidieran pagar, y bien, cada voto.
De otra forma no se
explica el que tantos tlahuenses que fueron consultados por los demás
candidatos de los distintos partidos a la alcaldía durante los dos meses de
campaña les hayan confiado a estos en sus recorridos, reuniones y visitas a
domiciliarias estar hasta la coronilla de los de Morena, y finalmente los
votos fueran copiosos para la causa de los de López, a la postre presidente
electo, como para evitar que ni juntando los sufragios de tres candidatos correspondientes
a una coalición y dos partidos más pudieran derrotar al candidato ganador.
Quién sabe por qué en
estas elecciones algunos candidatos de partidos dizque izquierdosos se pusieron –como en otras elecciones– a gastar cuantiosos
recursos, hasta cinco o más millones de pesos en una campaña, sin necesidad
de preocuparse por si llegaban a rebasar el límite de gastos establecido por
el Instituto Nacional Electoral, cuando lo que gana un delegado en tres años
no rebasa ni los tres millones de pesos. Entonces, ¿de dónde van a recuperar
el dinero que invirtieron?
Piense mal y acertará.
El caso es que tras de
las elecciones entre los tlahuenses que han sufrido la boyante delincuencia
organizada quedó un sentimiento de frustración e impotencia, combinado con la
sensación de haber perdido su delegación para siempre ante la «mafia del
poder» a la que pertenecen los del partido ganador como parte del leviatán
partidista, y en donde está incluido tanto mercachifles logrero al que le
consiguieron un lugar en Tláhuac dónde vivir para que votara por sus benefactores
los días de elección. Cuando no una chambita en la administración.
Habrá que ver el papel
que van a desempeñar los candidatos perdedores en el primer trienio correspondiente
a la alcaldía, o si de plano estos van a claudicar en sus supuestos intentos
por rescatar a Tláhuac de la corrupción, el crimen organizado y el
estancamiento económico en el que se encuentra la demarcación desde hace
décadas. Porque van a hacer falta contrapesos en dicha alcaldía –donde los
concejales de distinto partido no van a ser ninguna garantía de independencia
y real oposición–, sobre todo cuando el prejidente
comenzó a cambiar ese frenético discurso que lo caracterizó durante 18 años
de campaña y las desilusiones de sus partidarios podrían voltearle en uno o
dos años ese tigre con el que tanto buscó intimidar a sus oponentes.
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