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En la frontera norte de
México hay menores de edad que son reclutados por grupos del crimen
organizado para perpetrar actividades ilícitas. '«Polleritos», «coyotitos», «muleritos»
o «mochileros» son algunos de los nombres que ellos reciben en función del
delito que cometen al cruzar hacia territorio estadounidense.
A decir de Óscar Misael
Hernández, antropólogo social egresado de El Colegio de Michoacán y
actualmente investigador en El Colegio de la Frontera Norte, sede Matamoros,
habló acerca de dos investigaciones realizadas en 2015 y 2017 en los Centros
de Atención al Menor Migrante referentes a estos menores en la frontera de
Tamaulipas.
El término «menores de
circuito» es relativamente nuevo y alude a aquellos menores con edades entre
14 y 17 años, mexicanos, que residen en ciudades fronterizas y que, a
diferencia de otros menores migrantes no acompañados que cruzan la frontera
para reunirse con familiares, buscar trabajo o educación, constantemente
cruzan la frontera de forma ilegal como parte de actividades delictivas de
grupos del crimen organizado. Específicamente se refiere al ir y venir que
realizan los menores.
En los casos observados
por el investigador en la frontera de Tamaulipas con Texas, se trata de
varones menores de edad que radican en ciudades fronterizas, provenientes de
sectores urbanos populares y marginales de México, además de que coinciden en
ser jóvenes con educación primaria o secundaria trunca.
La primera investigación
se realizó en colaboración con tres universidades estadounidenses para
estudiar las violaciones de los derechos humanos de migrantes mexicanos no
acompañados. La segunda, realizada en 2017, se enfocó en estudiar los efectos
del trauma y la violencia en menores migrantes repatriados de Estados Unidos.
Dinero y pertenencia
Una de las principales
razones por las cuales cada vez más jóvenes que radican en estados
fronterizos deciden unirse a las filas del crimen organizado es el dinero que
pueden obtener. En entrevistas realizadas por el investigador en dos centros
de atención al menor migrante (Camef), algunos menores indicaron que recibían
70 dólares por cada migrante que ayudaran a cruzar la frontera, suma que
aumentaba si se trataba de «jales» especiales, es decir, trabajos que
implicaran un riesgo mayor, mientras que las ganancias por transportar una
mochila con drogas llegaban hasta los 400 dólares.
La segunda razón es
descrita por el doctor Hernández como un beneficio simbólico, pues una vez
que los menores realizan estas actividades, desarrollan un sentido de
pertenencia con la estructura criminal para la que trabajen. «Trabajar con
cierta persona que tiene un statu quo en el mundo de la paralegalidad para
ellos es muy importante, ya que es una cuestión de identidad», dijo.
Menores ante la ley
Los grupos del crimen
organizado se ven beneficiados al utilizar a menores de edad, pues si son
detenidos por la patrulla fronteriza, son repatriados a México y no reciben
una sentencia, sino que son enviados a Consejos Tutelares o Centros de
Rehabilitación Juvenil, lugares en donde la seguridad es más laxa.
«El acto en sí no es
punible. Los menores no reciben propiamente una sentencia como lo sería en
los adultos, sino un periodo de enclaustramiento para iniciar el proceso de
rehabilitación, no de reinserción social como en el caso de los adultos. Por
otro lado, se supone que tienen muchas más garantías que se les deben
respetar con base en diferentes documentos y protocolos, como los derechos de
la niñez», indicó.
Dijo que como en
cualquier trabajo, ya sea legal o ilegal, existen ciertas reglas que de no
acatarse, traen consecuencias. En caso de que los menores pierdan por primera
vez la mercancía que se les encargó transportar a través de la frontera, se
puede pasar por alto el incidente pero quedan bajo advertencia.
Si la mercancía se
pierde por segunda vez, el menor tiene que cubrir los costos de las pérdidas,
pero si falla una tercera vez, no solo se tiene que pagar la pérdida sino que
se le somete a un ritual que ha distinguido a algunos grupos dedicados al
narcotráfico: ser «tableado», es decir, ser golpeado en las asentaderas o en
los muslos con una tabla.
Una práctica rentable
Los grupos criminales
encuentran rentable contratar a menores de edad no porque les paguen menos,
puesto que reciben el mismo pago que los adultos, sino porque están
reclutando nuevos integrantes. «Los grupos criminales tienen una perspectiva
bastante pragmática en términos de mercado. Están invirtiendo en formar nuevo
capital humano, entonces les es más rentable que si hay detenciones, saldrán
más adelante y ellos mismos pueden seguir haciendo el trabajo o capacitar a
nuevos reclutas», destacó Hernández.
Asimismo, el
investigador resaltó la necesidad de implementar programas para empezar a
atenuar el vínculo entre los jóvenes y la violencia, pues señaló que en
México no existen programas orientados hacia estos menores. Solamente se
tiene el antecedente de que en Ciudad Juárez, Chihuahua, el Ayuntamiento y
algunos jóvenes trabajadores sociales y psicólogas de la Universidad Autónoma
de Ciudad Juárez implementaron un programa para atender a estos menores,
dando pláticas y talleres.
Esta necesidad de
programas de atención a menores de circuito se ve remarcada cuando se le
cuestionó a los menores si pensaban seguir desempeñando actividades de
contrabando, respondiendo positivamente 90 por ciento de los encuestados.
Fuente: Conacyt |
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