Con rostro de
compunción lamenta que en su gestión 34 periodistas han sido ejecutados, de
los cuales seis han sido este año | La condición y percepción profesional de hacer
periodismo se basa en la pasión y convicción de estos | El
periodismo de alto riesgo en México no es el de la lisonjería ni la adulación,
como conciben esa profesión los de la clase política y demás allegados | Campañas
de intimidación y desprestigio, lo más común para periodistas que denuncian
corruptelas y complicidades
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El cobarde y artero crimen del periodista
sinaloense Javier Valdez Cárdenas
desató en esta ocasión la indignación unánime de la clase política, la cual
se manifestó en discursos y declaraciones, así como en promesas de acciones y
de investigaciones como para demostrar al gremio que al menos de ese grupo no
salieron las balas que acallaron a quien se dedicaba a registrar las
actividades de los cárteles del narcotráfico y sus cabecillas… Llamó la
atención ese rostro de compunción que en ninguno de sus cinco años anteriores
de gestión mostró el presidente Enrique
Peña Nieto ayer miércoles durante
un acto en Los Pinos en los que pidió guardar un minuto de silencio, justo en
el Salón Adolfo López Mateos donde
sabido es entre los reporteros de la fuente que nadie mueve un dedo si antes
no lo autorizan los del Estado Mayor, por aquello de que a los fotógrafos que
cubrían el evento se les atribuyeron los clamores de justicia y otras
presuntas espontaneidades como la de abrir carpetas de investigación que ahí
se escucharon, como si desde el inicio de la administración del mexiquense
–cuando se negó a reconocer que había guerra porque andaba más interesado en
los aplausos del extranjero para sus acciones– lo escrito por Valdez y muchos otros periodistas
acerca de la forma en que operaban los cárteles del narcotráfico en la
geografía nacional, le hubiera pasado de noche… Sorprende que apenas hasta
ayer Peña y luego de 10 años de
guerra, haya volteado a ver la labor periodística de esos comunicadores –marginados
de los premios nacionales para informadores, aunque eso de los
reconocimientos oficiales les tiene sin cuidado–, cuya condición y percepción
profesional de hacer periodismo se basa en la pasión y convicción que los
guía en el oficio, debido a que el de la lisonjería y la adulación, como conciben
esa profesión los de la clase política y demás allegados, sólo lo realizan
los maiceados… Son, a final de cuentas, los periodistas que al igual que los
defensores de los derechos humanos resultan molestos al régimen, porque le
señalan a los de la clase en el poder sus complicidades y corruptelas, de ahí
las campañas de intimidación y desprestigio de las que suelen ser víctimas
como represalias a sus señalamientos… Mientras México se ha posicionado por
ser el país más peligroso del mundo, sobre todo para ejercer una profesión de
alto riesgo como el periodismo, apenas ayer Peña Nieto prometió –aunque quizá por el corto tiempo que le
queda en el cargo no lo firmó como solía hacerlo cuando anduvo en campaña–
que los crímenes contra periodistas no quedarán impunes, que van a encontrar
a los responsables de los crímenes de
Javier Valdez y al menos los que han sido abatidos este año como Cecilio Pineda Brito –periodista
independiente muerto el dos de marzo en Guerrero–, Ricardo Monlui –columnista
muerto en Veracruz el 19 de marzo–, Miroslava
Breach –reportera de La Jornada
asesinada cuatro días después frente a su casa en la ciudad de Chihuahua–, Maximino Rodríguez –periodista de
Baja California Sur muerto el 14 de abril– y Filiberto Álvarez –reportero de radio en Morelos asesinado el
pasado dos de mayo–… El presidente anunció, junto con los gobernadores del
país y el cuerpo diplomático acreditado en México como testigos, la puesta en
marcha de tres acciones para proteger a los periodistas: El fortalecimiento
de la estructura y presupuesto asignado al mecanismo de protección para
personas defensoras de derechos humanos y periodistas –tras del fracaso del Mecanismo para la
Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas
creado en 2012 durante el sexenio de Felipe
Calderón–; asimismo, el establecimiento de un esquema nacional de
coordinación con las entidades federativas y un protocolo de operación para
reducir las situaciones de riesgo y, por último, el fortalecimiento de la
Fiscalía Especial para la Atención de Delitos Cometidos contra la Libertad de
Expresión de la Procuraduría General de la República –misma que no ha servido
para nada y ni presupuesto le autoriza el Congreso–… Por lo pronto, a Peña por fin le quedó claro, como
bien lo recordó ayer en su discurso de Los Pinos, que del 2000 a la fecha han
sido asesinados en México 107 periodistas; en lo que va de la actual
administración, 34 han sido ejecutados, de los cuales seis han sido este año
tal y como lo anotamos líneas arriba… Habrá que ver si como dijo Peña, el Estado en su conjunto
asumirá por fin su obligación de otorgar garantías a los periodistas
–principalmente aquellos que son molestos al régimen por su labor de
denuncia– para el desempeño de su profesión, «especialmente –aseguró– ante la
amenaza que hoy –¿hoy presidente?– representa el crimen organizado, que en
ocasiones –¿en ocasiones presidente?– está infiltrado en instancias de
gobiernos locales de ciertas regiones del país –¿ciertas regiones
presidente?, y ¿no contempla la posibilidad de que también lo esté en
delegaciones de la capital?–… «No se mata la verdad matando periodistas»,
dijo Peña ayer cuando se acercó al
templete donde son colocados los fotógrafos–, pero también es cierto que no
se mata la verdad con presiones desde Los Pinos al dueño de una empresa
comunicacional para que despida a un periodista incómodo. Porque de esos
casos está lleno el gremio, y sin embargo, también son atentados a la
libertad de expresión que la mayoría de las veces pasan desapercibidos.
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