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viernes, 30 de septiembre de 2022

Les cayeron del cielo dos malandros y los asaltaron en Tláhuac

 

 

Escenarios |

Fue en junio, una pareja había ido a la feria y cuando venían de regreso tuvieron que pasar debajo de un árbol y, ¡zas!, que les cayeron encima dos malandros.

El árbol de hule

Atrás quedaba la escandalera de la feria, Gus y Amelia caminaban de noche por Avenida Cuitláhuac y al llegar a Prolongación Avenida Tláhuac dieron vuelta a la izquierda, su objetivo era llegar a la sucursal de Telmex para tomar un microbús que los llevara a Zapotitlán.

Prefirieron caminar parea no pagar los cuarenta pesos que cobraban los mototaxis por cubrir ese trayecto de la esquina del edificio de la alcaldía a Reforma Agraria.

Sin embargo, al pasar debajo de un frondoso árbol –de hule hevea o árbol del caucho (Hevea brasiliensis Muell Arg)– les cayeron encima dos pelafustanes, literalmente. Estaban parapetados arriba del árbol y como era de noche y ahí la luz brillaba, sí, pero por su ausencia, no pudieron advertir lo que se les iba a venir encima.

Los asaltaron. Con navaja en mano les quitaron a los dos sus teléfonos celulares y cien pesos que él traía, a ella con el pretexto de bolsearla la tocaron y le quitaron puro cambio.

Sin dinero para pagar el pasaje en el micro tuvieron que caminar hasta Zapotitlán.

La vecina de la casa donde los muchachos fueron asaltados supo del atraco y fue a la alcaldía a solicitar que alguien de ahí, del área que le correspondiera, fueran a talar el árbol, porque además la raíz del mismo le estaba levantando la banqueta.

Le dijeron que sí, que con mucho gusto, que tenía suerte de estar en el renacer de Tláhuac y que se sentara a esperar a que fueran del área de parques y jardines a tirarle el árbol.

Pero nadie de la alcaldía se paró por ahí.

Así luce la peligrosa trampa peatonal

Dicen vecinas del lugar que fácilmente ya se han ido de bruces unas dos señoras y un chamaco ahí donde la banqueta está levantada, sobre todo en la noche porque no se ve el peligroso desnivel en el piso.

El chamaco no, ese se tropezó y se abrió la cabeza pero por ir con el celular en la mano y no se fijó del pedazo de cemento que apuntaba hacia arriba.

Lo malo para quien camina por ahí es que
de noche no se ve

Han pasado seis meses desde que la señora fue a pedir muy correcta que le fueran a tirar el árbol y no ha pasado nada. Hasta ha querido contratar a alguien para que vaya a darle su podada cuando menos.

Pero no faltó quien la hiciera entrar en razón.

«¡Uy!, ni se le ocurra», le advirtieron. «Si quiere tener a los de la alcaldía aquí, verá cómo en cuanto le serruchen una ramita al arbolito le van a caer los del jurídico para extorsionarla por ecocidio. Quien sabe cómo le harán, pero apenas alguien va a hacer algo afuera de su casa y de inmediato le caen porque no fue a sacar el permiso para hacerlo».

La señora no tuvo más remedio que confiar en que algún día los beneficios del renacer de Tláhuac la van a alcanzar y alguna cuadrilla de trabajadores la visitará un día para derribar el árbol que tanto problema ocasiona a la gente.

Sólo habrá que confiar en la transformación.


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