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viernes, 22 de septiembre de 2017

La «inteligencia» de la Armada se nutre por lo visto del rumor


Se supone que la Marina es la instancia federal que tiene capacidades de respuesta operativa mediante sistemas y pertrechos de tecnología de punta | Asimismo, que tiene eficiente sistema de búsqueda y rescate marítimo, así como un sistema de mando y control | Sin embargo, por lo que justifican un rescatista se chamaqueó a los dos almirantes de más alto rango después del secretario Vidal Soberón
Aquí no pasó nada...
Ángel Enrique Sarmiento. ¿Cuál Frida?
No es que se pretendiera magnificar lo sucedido en el Colegio Rébsamen con el caso de la presunta niña Frida Sofía y las contradicciones de dos altos mandos de la Secretaría de Marina que se encontraban al frente de las labores de rescate, con relación a la existencia o no de aquella, por encima de todo lo realizado con el trabajo de miles de voluntarios que han logrado rescatar con vida a más de medio centenar de personas atrapadas en edificios colapsados, es que simplemente la invención de la historia de una niña que se comunicaba con los rescatistas y hasta movía la manita y estaban a medio metro de encontrarla, demuestra la ingenuidad o la ineptitud de quienes ostentan los más altos cargos de esa instancia federal que, según el programa sectorial de la dependencia, tiene capacidades de respuesta operativa mediante el incremento y modernización de la infraestructura naval, a través de equipos, sistemas y pertrechos de tecnología de punta, y un eficiente sistema de búsqueda y rescate marítimo, así como un sistema de mando y control… Se entiende que los mismos medios de comunicación que en su momento encontraron una historia digna de telenovela y que con ella mantuvieron altos ratings de audiencia al mantener la atención de millones de televidentes en el país, al dedicar muchas horas de transmisión y contar las incidencias del rescate de Frida Sofía, luego de las recriminaciones del caso a la Armada tras de saberse que todo había sido vil cuento, buscaran después justificar el error de los almirantes José Luis Vergara y Ángel Enrique Sarmiento, oficial mayor y subsecretario, respectivamente, y recomendaran a su audiencia mejor fijarse en los casos exitosos de rescate de víctimas… Después de todo, como empresas que son, los medios de comunicación están más cercanos al Estado que a la sociedad, aunque en sus eslóganes publicitarios –como los políticos– digan estar al servicio de ésta… Lo cierto fue que los almirantes finalmente fueron chamaqueados por un rescatista y evidenciaron lo fácil que es cuentearse a la Marina ante millones de testigos, quienes estuvieron al pendiente del supuesto rescate de una niña cuyo fantasma rondó varias horas por entre los escombros de uno de los edificios derruidos por el sismo del 19 de septiembre del Colegio Rébsamen… Y tanto que se habló de la eficiencia de la Marina en materia de inteligencia apenas dos meses antes, cuando se dijo que gracias a esos trabajos habían podido encontrar y abatir al líder del cártel de Tláhuac el pasado 20 de julio… O, también, recordar de lo mucho que se ha discutido el tema de si las fuerzas armadas deben abandonar la guerra de los cárteles de la droga para regresar a sus cuarteles porque lo que saben hacer y muy bien, es atender a la población en casos de siniestros… Aunque como anotamos ayer, al final de cuentas Vergara y Sarmiento parecieron finalmente dos celebridades del cine mudo porque el Gordo y el Flaco acababan haciendo que se desternillara de risa el público con las torpezas que proyectaban en la pantalla, al chocar entre ellos y provocar las más burdas situaciones… En fin, que por ello quizá, la Marina Armada de México pidió perdón a la sociedad mexicana por haber dado vuelo al invento de una historia que con seguridad habrá de terminar en el cine, debido a que les urge que el asunto rápidamente se olvide, ahora que la población está que trina contra los políticos de todas las especies y la clase gobernante, que no ha desaprovechado la tragedia para promoverse en los medios de difusión a costa de la desgracia. Por más que digan lo contrario… Al tiempo.

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