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miércoles, 20 de julio de 2016

Golpes de pecho tardíos tras del descrédito y reprobación a EPN

Fue bastante el tiempo en que el presidente olímpicamente ignoró la indignación de la población | El ofrecimiento del perdón vino después de que Peña Nieto constató el enfurecimiento de la población y la reprobación a su gestión | El perdón llegó cuando el presidente se encuentra empantanado en el descrédito popular y la reprobación casi generalizada con respecto a su gestión


Se pide perdón cuando se es culpable, y al presidente lo traicionó
el subconsciente
Un perdón ante las circunstancias adversas
No es que haya llegado tarde el perdón que ofreció el presidente Enrique Peña Nieto a la sociedad mexicana por el escándalo de la adquisición de la «casa blanca» de las Lomas, no; es que fue bastante el tiempo en que olímpicamente ignoró –como lo hizo con la guerra del narco al comienzo de su administración al pretender fingir que no pasaba nada grave en el territorio nacional– la indignación de la población por el cínico desplante que significó, primero, haber dejado sola a su esposa, Angélica Rivera, para que protagonizara el culebrón mediático que significó la explicación pública acerca de su presunta adquisición de la fastuosa residencia al grupo Higa con el consabido conflicto de intereses, y después haber ordenado a Virgilio Andrade como secretario de la Función Pública que montara todo un circo ramplón de presunta investigación del caso, para que finalmente acabara por exonerarlo, y por consiguiente subestimó todo ese tiempo la reacción de la encolerizada gente por el dispendio evidente sin importarle la pobreza extrema en que viven 55.3 por ciento de compatriotas…  El ofrecimiento del perdón vino después de que el presidente constató el enfurecimiento de la población y la reprobación de su gestión, luego de que en las pasadas elecciones su partido, el Revolucionario Institucional, perdió siete de las 12 gubernaturas que estuvieron en disputa el pasado seis de junio, lo que prendió los focos rojos en el primer círculo de su gabinete, y obligó a su principal oponente interno y el principal aspirante a conseguir la candidatura presidencial en 2018, Manlio Fabio Beltrones, a regresarle los bártulos de la dirigencia del partido, del que se había apropiado aprovechando el desprestigio del mandatario y sus secretario de Gobernación y de Hacienda… Esa fue la verdadera razón que llevó a Peña Nieto a montar el tinglado de la reflexión y del arrepentimiento al promulgar las leyes anticorrupción, aunque para librar con decoro el apotegma de que un buen juez por su casa empieza, tuvo el cuidado de aclarar que en efecto había cometido un error al comprar el inmueble –finalmente ya no involucró a la «Gaviota» con el sobado cuento de que ella era la original dueña de la casa blanca y que la había comprado con los ahorros de lo que le pagaron en Televisa por los teledramones en los que trabajó, según dijo la primera vez–, y que siempre, en todo momento, él actuó conforme a la ley… Llegó tarde, pues, el susodicho perdón, porque el presidente lo dio cuando se encuentra empantanado en el descrédito popular y la reprobación casi generalizada con respecto a su gestión, de acuerdo con los sondeos de opinión de al menos el último año y, desafortunadamente para su causa, sin que se le vea fin a la incapacidad preponderante en el gabinete, debido a su opaco desenvolvimiento y los tropezones registrados en prácticamente todos los rubros que debiera resolver de forma satisfactoria. Sobre todo cuando se la pasa en el turismo internacional debido a la excesiva cantidad de viajes que hace al extranjero acompañado de su familia (a la gorra ni quien le corra)… Aun cuando al malogrado José López Portillo no le funcionó aquel primer perdón a los desposeídos y marginados en su toma de posesión, por no haber acertado todavía a sacarlos de su postración, ni mucho menos le cuajó en aquella lacrimógena representación del perdón a los pobres por el fracaso de sus políticas sociales, que hizo seis años después en la función de su último informe de gobierno y que los corifeos y paleros a sueldo –como sucedió en el tinglado de Peña– le aplaudieron a rabiar, y los más lambiscones del gabinete perlaron sus cachetes en solidaridad con el perro –así se apodó el propio Jolopo– (Defenderé el peso como un perro), el presidente actual no tuvo empacho en aventarse su propia versión del perdón con el que buscó llegarle a la sensiblería popular, en un desesperado intento por conseguir la conmiseración de incautos y sorprender –por qué no– a potenciales electores, sobre todo cuando el próximo año vendrá la elección de gobernador en el estado de México, su terruño, la patria chica del grupo Atlacomulco –o Atracomulco, cual satírica descomposición del nombre que aglutina a los más avezados priistas del actual sistema político–, con el propósito de ver si amaina la tormenta de críticas y señalamientos… Sin embargo, como reza el refrán popular de que a los políticos ya no se les cree ni el bendito aunque lo estén leyendo en misa, será muy difícil que al menos estos priistas del Pacto por México recuperan la credibilidad y confianza de millones de desilusionados compatriotas… Con excepción, claro está de las legiones de beneficiarios de tarjetas Monex y las consabidas despensas, como las hay en todos los partidos políticos –sin omitir al del rayo de esperanza por supuesto–… Lo cierto es que con su perdón, Peña mostró el camino a todos aquellos que en el desempeño de un cargo público caigan en sospecha de desvío de recursos o de enriquecimiento bastante más que explicable, para salir del atolladero y librar las leyes anticorrupción. Porque les bastará con pedir perdón para acabar con las suspicacias y no será necesario enfrentar ningún juicio, ni poner un fiscal anticorrupción del tipo de quien fungió como bufón del gabinete, Virgilio Andrade… Las leyes anticorrupción por lo visto aplicarán siempre y cuando los señalamientos o acusaciones en contra de una figura pública que desempeñe o haya desempeñado algún cargo, provengan de una instancia oficial o de una figura reconocida por el sistema político, y no de un comunicador como Sergio Aguayo, quien ahora enfrenta una demanda por daño moral del ex gobernador coahuilense Humberto Moreira, eximio protegido del régimen peñanietista y a quien incluso tuvieron que rescatar de la justicia española luego de que había sido aprehendido por lavado de dinero (La detención de Moreira en España por lavado de dinero)… Por lo pronto, los golpes de pecho del presidente en la puesta en marcha del Sistema Nacional Anticorrupción, no sólo causaron efecto en sus aliados del Pacto por México, el senador Roberto Gil, del Partido Acción Nacional, y del diputado federal Jesús Zambrano, sino en la versión rediviva de una Marilyn Monroe mexicana, representada por Isabel Miranda de Wallace, quien le cantó las Mañanitas al término de la inauguración de un foro de equidad para las víctimas en el debido proceso, con lo que confirmó que como en el sistema político mexicano, como en botica o tianguis público, hay de todo… El caso es que la telenovela de Peña con su famoso perdón tuvo que ser difundida con profusión por todos los concesionarios de los medios electrónicos de comunicación, como retribución no escrita a preservar sus privilegios, aunque ciertamente para poder salir del fondo del barranco de la reprobación a su anodina gestión le faltaría ofrecer una larga serie de perdones, tantos como las pifias y desaciertos que lo han estigmatizado, derivados de la fallida respuesta del gobierno en la guerra del narco, el fracaso de sus reformas dizque estructurales y la maquillada de cifras vía los improvisados y lacayunos acomodadizos del Inegi para inventar una prosperidad que la mayoría de la población no ve por ningún lado… Al tiempo.

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